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Vientos de amor

Vientos de amor. Elvis Eberth Huanca Machaca, escritor peruano. Cuentos de amor para padres.

Cuando llega el amor, llega a veces sin darnos cuenta, y cuando llega, no existe nada ni parecido ni similar, con lo que se le compare, ya que solamente se ama de verdad, una sola vez en la vida…

Cada vez que mencionó su nombre, no sé porque, pero siento un profundo dolor dentro de mi corazón. En un lugar muy lejano, existía un reino muy prospero y rico, que era gobernado por una hermosa princesa. Ella era tan hermosa como un ángel, tenía el cabello ondeado, de color tan negro como lo era la noche, sus ojos verdes cafeados, reflejaban toda la tristeza y alegría del mundo, su piel era tan suave, como el algodón de azúcar y sus labios eran tan rojos como la sangre.

Esta princesa, también poseía un gran corazón, era una persona muy noble y bondadosa. Todas las mañanas se miraba al espejo, y a manera de juegos se decía así misma.

– Espejito, espejito, dime ¿Quién es la mujer más hermosa del mundo? -Y con una graciosa sonrisa, se respondía así misma que era ella.

Un día la princesa estuvo obligada a casarse con un príncipe, ella no deseaba hacerlo, ya que tenía miedo al futuro. Tenía mucho miedo a no llegar a amar al que sería su esposo, y también, a lo que un mal rey haría a su reino.

Muy pronto príncipes de toda la tierra se reunieron alrededor de ella, pero ella sin mirarlos los rechazaba a todos. Una noche, lloraba y contaba su triste destino a la noche, esperando alguna respuesta, o consejo de las estrellas que tanto le gustaban, pero ellas muy mudas, nunca le respondían.

Hasta que de pronto, alguien respondió, la Luna, que estaba ahí en lo alto del cielo, se apiado de la princesa. Y como susurro en sus oídos, le dijo:

– Mañana vendrán a ti cinco príncipes, y uno de ellos será el indicado para ti, él será quien te dará toda la felicidad que necesitas, y sólo vivirá para hacer de tus sueños realidad. Quizás no sea lo que esperas de un príncipe, pero será el más noble de todos.

La princesa, muy emocionada por el anuncio de la Luna, le preguntó:

– ¿Cómo lo reconoceré? Y la Luna volvió a susurrar en sus oídos y le dijo:

– Cuando vengan los príncipes, esconde tu mano derecha y levanta tu dedo meñique, pídeles que adivinen, cuál dedo es el que has levantado. Y quien lo adivine, sin duda será tu príncipe, y la persona con la que deberás casarte.

A la mañana siguiente, cinco príncipes se acercaron al palacio, tal como lo había anunciado la Luna.

El primero de ellos, era muy anciano, pero venia de un país inmensamente rico. El segundo de ellos, era lo contrario, era muy joven, era apenas un niño que tenía ocho años. Y en inteligencia nadie le ganaba. El tercer príncipe, era un gigante, era un príncipe guerrero, que venía envuelto en la piel de animales, los cuales había cazado. El cuarto príncipe, era todo un príncipe azul, alto y muy atractivo, con los ojos verdes y cabellera rubia. Pero ese príncipe era muy cobarde, y todo un adulador por excelencia.

El quinto, ni parecía príncipe, tenía el cabello negro y algo levantado, de piel canela más no negra, sólo canela, no era tan alto, pero tampoco tan bajo, tenía una mirada muy triste, físicamente, estaba algo subido de peso. Pero sin dura era el más tímido de todos, ya que ni se atrevía a mirar a los ojos a la princesa. La princesa lanzó la pregunta que la Luna le había dado, pregunta que dejo a todos en silencio, y escondiendo su mano detrás de ella dijo:

-Me casaré, con el que adivine, que dedo de mi mano es el que levanto detrás de mí. Se acercó a cada uno de ellos, esperando que alguien atine.

El primero levantó el pulgar, y la princesa con una tímida sonrisa, le dijo que no.

El segundo levantó el anular, y cuando la princesa le dijo que no estallo en rabia. Como un niño llorón.

El tercero ni que decir, levantó dos dedos de la mano, pensando que quizás ella haría trampa.

El cuarto levantó el del medio, cosa que le valió una mirada muy fea de todos. La princesa pasó por el quinto, el era el último, la princesa estaba muy decepcionada de que nadie hubiese adivinado, hasta empezó a dudar de la palabra de la Luna.

Pero cuando se acercó al príncipe, el levantó el meñique, inmediatamente la princesa hizo lo mismo, los dos se miraron, y sonrieron, y muy pronto se enamoraron.

Muy pronto ambos se casaron, y como testigo estuvo la Luna, se juraron amor eterno hasta el amanecer. La Luna quiso darles un regalo, pero ellos se negaron, dijeron que el regalo de la felicidad era suficiente. Un día el príncipe y la princesa, salieron de paseo, el príncipe muy emocionado corrió por todas partes, se acercó a la princesa y le preguntó:

-¿Si murieras que te gustaría ser? Y la princesa respondió: –

Árbol, así siempre estaré dando sombra a todos, y así nunca podrán separarme de las personas que quiero, porque tendré raíces muy fuertes.

El príncipe entonces le dijo:

– Me he enamorado de un árbol, si yo muero, quisiera ser el viento, para volar y recorrer el mundo entero, si fuera el viento nunca me separaría de ti, te amaría para siempre.

Los dos, fueron muy felices un tiempo, pero pronto la guerra comenzó, el reino estaba en peligro, y los dos amantes tuvieron que separarse. El príncipe tenía que ir a la guerra. Antes de irse cruzó y enlazó su meñique con el de la princesa, y él hizo la promesa de que regresaría por ella.

Ella muy triste y llorosa lo besó, y él con lágrimas en los ojos le dijo que le amaba. La guerra duró mucho tiempo, y el príncipe no regresaba, y ya todos los que habían ido, habían regresado. Y sólo traían al palacio, noticias desagradables, sobre el destino del príncipe.

La princesa estaba presionada, todos le obligaban a que se case de nuevo, que escoja a alguien nuevo. Pero ella se rehusaba, hasta que un día, no pudo seguir rehusándose más, y tuvo que escoger a un nuevo gobernante. Como la primera vez pasó, muchos príncipes y reyes rodearon el palacio.

La princesa muy triste, no supo que más hacer, avergonzada por lo que iba a hacer, esta vez no acudió a la Luna. Entonces ella, anuncio a todos que quien lograra cruzar su dedo con el de ella, él sería su esposo, y el nuevo gobernante de su pueblo. Muchos lo intentaron pero todos fallaban.

Uno de los reyes, puso una cinta que sujeto los dedos de los dos, pero falló, otro más osado, sujeto el dedo meñique de la princesa con su puño. Algunos ponían anillos sobre su dedo, pero a todos los rechazaba. Ninguno la prueba pasaba.

Un día apareció en el palacio un mendigo, muy sucio y feo, tenía un olor bastante desagradable, pidió una oportunidad. Los guardias del palacio se lo negaron.

Y los príncipes y reyes que estaban ahí, estallaron en risas y burlas. La princesa viendo esto, les dijo que todos merecían esa oportunidad, el mendigo se acercó a la princesa. Y la princesa levantó su dedo meñique, y el mendigo hizo que el dedo meñique de él, se juntara con princesa, logró que los dos dedos se crucen. Con una sonrisa le dijo a la princesa, ¿Cumplidas tu palabra? Y ella le dijo, que sí, que una promesa es una promesa.

Entonces el mendigo se sacó su capa, y ante el asombro de todos, resulto ser el príncipe, el príncipe que había regresado de la guerra. Los dos se abrazaron y se dijeron palabras de amor, que parecían poemas. Y los demás tuvieron que retirarse humillados. El y ella pasaron la noche juntos, pero tan pronto como el sol salió, el se puso su capa y se marchó.

Cuando la princesa se levantó, entendió lo que había pasado, el príncipe había muerto, pero fiel a su palabra cumplió la promesa que le había hecho, pesé a estar muerto, su espíritu regreso con ella, por solo una noche. Muy pronto encontraron el cuerpo del príncipe, que estaba muy cerca del palacio, el muy herido, había intentado llegar a casa.

Entonces la princesa lo entendió todo. Cuando alguien muere, regresa después de cuarenta y nueve días después de haber muerto, el último día de octubre, fue el día en que el príncipe regresó, fue su último día en la tierra. Durante sólo ese ultimo día, los espíritus aprovechan para visitar a todos los que amaron.

A pesar de haber muerto, él cumplió la promesa que le hizo a ella, aún después de todo, su promesa fue eterna. Ella muy triste se recostó junto al cuerpo de su amado, y ahí, decidió descansar en paz junto a él, para siempre. La Luna, quien había sido testigo del amor de estos dos amantes, convirtió a la princesa en un árbol, tal como ella lo deseaba, y a él lo convirtió en el viento, para que siempre le haga compañía.

Cada vez que el príncipe bailaba con su amada, el viento llevaba la música de las hojas de un árbol, chocando entre. De esta forma, el amor de los dos se hizo realidad… Por esa razón, cuando alguien haga una promesa eterna, cruza su dedo meñique con su amada, y dice la promesa, esto es señal de que es una promesa eterna, que es capaz de vencer tanto a la vida, como a la muerte.

Tú, me liberaste de una espera eterna, las estrellas están estrelladas. El viento susurrando, me dice tu nombre, al fin llego el momento de abrazarte entre mis brazos. Tú que estabas tan lejos, tan lejos de mis brazos, al fin retornas a mi vida. A pesar de los muchos inviernos helados, yo nunca te dejare ir.

Coge con fuerza mi mano y cierra los ojos, por favor, recuerda los días que estuvimos juntos. Es muy triste que después de tanto tiempo, ni siquiera pueda decirte te quiero. Cada noche mi corazón sufre, nunca he dejado de pensar en ti, convertí mis pensamientos en ramos de flores para ti.

Tú, y yo, juntos por siempre… Cuando mi corazón late, tu estas ahí, porque te convertiste en los latidos de él…

Fin

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