Saltar al contenido

Colecho: Un ritual que traemos desde los Genes

Colecho: Un ritual que traemos desde los Genes

Entender qué significa, sus múltiples beneficios y practicidad para el cuidado del niño, además de comprender sus riesgos en caso de situaciones desfavorables en el ambiente, es una forma (solo una) de empezar a desandar el camino.

Los niños vienen, ya desde el útero materno, con las “exigencias” justas y necesarias para sobrevivir en el mundo en el que nacen. La naturaleza los preparó a través de generaciones y por medio del proceso de gestación durante 9 meses para desarrollarse y, principalmente, sobrevivir en este mundo. Y como ellos, por sí mismos, no pueden hacerlo traen en sus genes las herramientas para que su cuidador responda a su supervivencia hasta alcanzar las habilidades que les permitan hacerlo por sí solos. Una de las tantas herramientas que utiliza el bebé para esta supervivencia es el Colecho.

Una práctica adquirida ya desde que nacemos.

El colecho tiene, por ser algo natural, diversos beneficios. Pero como todo, sino tomamos los recaudos necesarios puede ser riesgoso para el niño.

Los beneficios de dormir con los padres, con la madre o cuidador; es decir acompañados, vienen ligado a la falta de regulación corporal con la que nacemos, a los posibles episodios de apneas nocturnas, al contacto que da seguridad y tranquiliza al niño. Dormir acompañados no es un capricho, es una necesidad fisiológica que, cuando es suplida, favorece el desarrollo neuronal y la capacidad de respuestas adecuadas ante situaciones de estrés, así como el desarrollo de la autoestima del infante, y posterior autonomía personal.

Los beneficios más destacados son: Favorece la instauración y mantenimiento de la lactancia materna y facilita la toma nocturna, aumenta los episodios de sueño REM, lo que disminuye o corrige los episodios de apnea del sueño, peligrosos para el bebé. Reduce el riesgo de posibles hipoglucemias en el infante, disminuye la frecuencia y duración del llanto del bebé, sincroniza los ciclos de sueño de la madre y el bebé, potencia el vínculo afectivo entre padres e hijos y disminuye el riesgo de muerte súbita (SMSL). Regula el calor corporal y la respiración a través de la respiración y el calor corporal de la madre.

Aun así esta práctica tan beneficiosa para el bebé tiene sus contraindicaciones o cuidados especiales (esto es lo mismo que si el niño duerme en una cuna solo), tales como: Riesgos de asfixia, especialmente en bebés que no son amamantados. Se recomienda que padres bajo efectos de drogas o con obesidad mórbida no compartan la cama con bebés. Además es recomendable no dormirse con el bebé en el sillón o el sofá.

En el caso de bebés prematuros y/o de un peso inferior a 2.500 gramos se incrementan los riesgos del colecho. Evitar las camas de agua, ambientes con humo (el cigarrillo aumenta la probabilidad de muerta súbita del lactante), evitar las almohadas y colchones blandos. Tanto en la cuna como en la cama, los bebes deben taparse sin cubrirles los bracitos, dándole así posibilidad de movimiento y evitando que pueda cubrirse él solito la cara.

Si los padres, aun tomando estos recaudos, tienen temor de dormir con el bebé, es importante que sepan que existen cunas adheribles a la cama que hace que estén juntos sin dormir en el mismo lugar específicamente. Así cuando el bebé se despierte y quiera comer, tengan la posibilidad de atenderlo sin necesidad de levantarse cada dos horas y perder momentos de sueños. Es un método práctico y efectivo que beneficia tanto al niño con a los padres y permite la comodidad y el bienestar de la familia.

Algunas de las inquietudes más frecuentes sobre este tema, además de los riegos que trae aparejado la falta de cuidado del mismo (como las mencionadas anteriormente), es la cuestión de la pareja, su sexualidad y los miedos a no poder “sacar”, luego, al niño de la cama de los padres. Estas son preguntas frecuentes que ponen en duda la decisión de colechar.

En primer lugar, me parece fundamental aclarar el siguiente punto: Un bebé es dependiente, sino necesitara brazos, contacto y colecho, nacería con la capacidad de caminar a los pocos días de nacido como el resto de los animales.

Esto no significa que, naciendo con total dependencia de los padres para sobrevivir, cuando el niño crezca sea así. Lo que nos da independencia y autoestima en el proceso de desarrollo es justamente esa dependencia que tenemos de niños, ese cuidado constante, el saber que sí necesitamos algo van a estar ahí para ayudarnos.

El desarrollo cognitivo, social y físico viene ligado necesariamente al apego, al contacto con el otro, al acudir cuando necesitamos; y los bebés lo saben muy bien, pues vienen preparados para eso desde su gestación. El llanto, la necesidad de contacto, el querer upa constantemente son todas “herramientas” adquiridas para su supervivencia.

Con respecto a la pareja, su sexualidad e intimidad sí es importante resguardarla, no es cierto que un bebé “destruye” la intimidad de la pareja. Y tampoco es cierto que el único momento para el encuentro sexual sea necesariamente por la noche. Es importante hablar sobre este tema, y poder encontrar los momentos para tener su espacio, para salir juntos, para hacer cosas en pareja. Pero sí es cierto que un hijo modifica necesariamente la vida de una persona en todos los aspectos de su vida. Hablar, comunicar miedos e inquietudes y resolver las cosas de a dos es la mejor manera de adaptarse a la nueva situación.

Y por último un tema que me parece central para abordar colecho es: el miedo a que los niños nunca dejen de dormir con sus padres. Así como la naturaleza nos brinda la necesidad de dormir en compañía cuando niños, también nos la quita paulatinamente cuando sabemos, inconscientemente, que “ya paso el peligro”.

El proceso de aprendizaje del niño tiene varias etapas: La de saber que si esta solo muere (genéticamente el llanto es el estado de alerta para que acudan cuando se siente desprotegido), esta es la etapa que abarca desde nacido hasta el año aproximadamente, luego hay una etapa donde los miedos se hacen consientes y empiezan a surgir los miedos a los cuentos de terror, los sustos (cosas que se caen, puertas que se azotan con el viento, etc.). Es una etapa que perdura unos dos años y luego aparece una etapa más tranquilizadora para los padres y es cuando comienzan el jardín y los niños cambian las horas de sueño y la rutina, ellos duermen más horas y son más independientes a la hora de elegir dónde hacerlo.

Me parece importante marcar estos puntos de desarrollo porque todo es un aprendizaje y lleva tiempo. Nada es inmediato, pero, sin necesidad de prohibirles este proceso de desarrollo que lo necesita para crecer favorablemente, hay formas más adaptadas a los padres y que no perjudican a los niños.

Dentro de estas adaptaciones podemos mencionar la posibilidad de incorporar una cama en la habitación de los padres e ir llevándolos a dormir a su cama, a la vez que está cerca de los padres, cuando ya empiezan a entender el significado de las palabras explicarles que tiene su habitación y que si quiere usarla para dormir puede hacerlo, sin presionarlo ni obligarlo a que lo haga de la noche a la mañana. Una forma eficaz de lograr esto es ir con ellos a dormir y dejarles una luz prendida, decirles que ellos están a su lado, que no está solo. Hablar con los hijos. Muchas veces como los vemos chiquitos no sentimos la necesidad de explicar o dialogar estas cuestiones, pero ellos necesitan saber, que les expliquen el proceso de evolución por el que van a ir pasando, y es fundamental que sientan total confianza en los padres para que puedan manifestar sus miedos y angustias con total libertad.

El colecho, aunque es un proceso natural, necesario para la adaptación en la vida adulta, está atravesado por la cultura y como tal tiene un tinte polémico y cuestionable. No así los animales que viven en manadas no se cuestionan si dormir solos o acompañados, saben instintivamente que solos tienen menos posibilidades de sobrevivir.

Los bebés vienen con ese gen de supervivencia incorporado a sus costumbres para la adaptación en su ambiente, lo que ellos no saben es que evolucionamos y hoy un bebé que duerme en otra habitación, con la mirada alerta de sus padres, tiene muy pocas probabilidades de morir, o de ser devorados por un depredador. Bueno ellos genéticamente vienen adaptados para esa supervivencia de vida y si bien hemos evolucionado como especie, los genes están presentes y es necesario para desarrollarse, satisfactoriamente, que no sean inhibidos, que se desarrollen como tales y sean parte de la adaptación a la nueva vida fuera del útero materno.

Cuando crea que está haciendo todo mal, cuando la invada la desesperación, cuando las voces del mundo la agobien con consejos sobre crianza, cuando ya no sepa dónde mirar… mire a su bebé, él le va a enseñar el camino.

Por: María Luz Baschong Puericultora
https://www.facebook.com/LaTetadeMama

[email protected]

Califica esta entrada

Por favor, ¡Comparte!



Por favor, deja algunos comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *