El indiecito de Jufre
El indiecito de Jufre. Cuento infantil sobre animales sugerido para niños a partir de ocho años.
El indiecito de Jufre estaba sentado frente a una fogata. El fuego escupía chispas rojas y naranjas mientras la suave brisa lo acariciaba. El olor a tronco quemado le hizo picar la nariz, y el indiecito estornudó tan fuerte que la pluma de la vincha se le desprendió.
Mientras la acomodaba, escuchó un ruido. Miró hacia un lado, miró hacia el otro: nada.
¡¡¡ Buuuuuh!!! Oyó esta vez desde el cielo.
Al levantar la cabeza vio a un búho de ojos grandes y amarillos apoyado sobre el brazo de un árbol.
El indiecito dio un saltito y se quedó mirándolo: esta vez, el búho acomodó las patas en la rama y pestañeó.
En ese momento, el fuego de la fogata ardió más y más y sonó algo así:
¡Tric!; ¡tris!; ¡tric!; ¡tris!; ¡tric!; ¡tris!
El viento empezó a soplar más fuerte:
¡Fshhhhhhh; Fshhhhhhh!
Y como por arte de magia, una víbora se asomó de entre las rocas:
¡Sss, sss, sss!
Entonces, el búho giró la cabeza y empezó a ulular desde el árbol mientras la luna lo iluminaba:
¡¡¡ Buuuuuh!!! ¡¡¡ Buuuuuh!!!
El indiecito, percibió que los sonidos se hacían más intensos, tomando un ritmo ondulante, como el de las olas del mar:
¡¡¡ Buuuuuh!!! ¡tric!; ¡tris!; ¡¡¡ Buuuuuh!!! ¡Fshhhhhhh; Fshhhhhhh! ¡¡¡ Buuuuuh!!!
¡Sss, sss, sss!
Serpenteando el sendero, la víbora se fue acercando. Lentamente, se enroscó en la lanza del indiecito y sus anillos brillaron al compás de la música. De los árboles brotaron raíces de colores y en el cielo flotaron burbujas de luz.
Entonces, el indiecito se paró y empezó a moverse y a danzar mientras los sonidos seguían sonando:
¡¡¡ Buuuuuh!!! ¡tric!; ¡tris!; ¡¡¡ Buuuuuh!!! ¡Fshhhhhhh; Fshhhhhhh! ¡¡¡ Buuuuuh!!!
¡Sss, sss, sss!
Hasta que, en un momento, la música se fue disipando como las nubes en el cielo:
¡¡¡ Buuuuuh!!! ¡tric!; ¡tris!; ¡¡¡ Buuuuuh!!! ¡Fshhhhhhh; Fshhhhhhh! ¡¡¡ Buuuuuh!!!
¡Sss, sss, sss!
¡¡¡ Buuuuuh!!! ¡tric!; ¡tris!; ¡¡¡ Buuuuuh!!! ¡Fshhhhhhh; Fshhhhhhh! ¡¡¡ Buuuuuh!!!
¡Sss, sss, sss!
Y la víbora volvió a esconderse detrás de la roca, el viento dejó de soplar y el fuego chisporroteó más suave.
El indiecito se rascó la cabeza y miró al búho: en sus enormes ojos tenía una estrella de color que empezó a girar fuerte hasta que, inesperadamente, el ave tomó vuelo y se perdió en la claridad de la noche.
Entonces, el indiecito volvió a sentarse junto a la fogata y, con la música aún sonando en su corazón, con la punta de la lanza escribió sobre la tierra:
“Hermanos todos. El mundo unido en una canción”.
Fin
Cuento infantil sobre animales sugerido para niños a partir de ocho años.
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