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3 Bellas historias en las que Dios nos regala «El milagro de la Navidad»

En esta oportunidad presentamos varios cuentos en los que Dios, en algunos casos a través de su santo intercesor San Nicolás, nos regala un esperanzador Milagro de Navidad. Espero sean del deleite de los lectores, no solamente pequeños, sino también de jóvenes y adultos.

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El milagro de la Navidad. Por Liliana Bilello

El milagro de la Navidad es uno de los cuentos sobre la Navidad para niños de la escritora Liliana Bilello sugerido para niños a partir de nueve años.

El milagro de la Navidad

El milagro de la Navidad. Cuento infantil

Eran las proximidades de Nochebuena, un niño que se creía el centro del Universo vivía lastimando a todos…, Papá Noel se presentó ante él y quiso tocar su corazón, pero este estaba lleno de rencor y dolor…

¿Qué haces aquí barba blanca? -le preguntó- en esta casa nadie cree en ti…

Papá Noel se quedó perplejo al ver la crueldad del niño, necesitaba saber el porqué de esa postura…

¿Que te ocurre?

El niño bajó la cabeza, de pronto sus ojos se llenaron de lágrimas

¿Qué te pasa? -volvió a preguntar conmovido-.

El pequeño, con un gesto adusto lo apartó… mas Papa Noel no se inmutó, ya eran muchas las casas que visitaba para estas fechas y en tantos hogares conoció niños de toda clase, pero este tenía algo especial…

¿No te dije que te fueras? -volvió a gritar furioso-.

No me iré sin saber el motivo de tus lágrimas -le contestó-.

Entonces el niño le confesó la verdad. Su madre había muerto y él ya no tenía consuelo, por eso trataba a todos de esa forma, era una manera de gritarle al mundo su dolor…

Papa Noel miró al chiquillo y le dijo…

Ves que tengo aquí dos bolsas, en una llevo muchos juguetes para repartir, pero observa la otra bolsa… dime ¿que ves?

La criatura contempló la otra bolsa pero no veía absolutamente nada…

Esa bolsa está vacía -susurró sin entender-.

No, aquí hay amor, esperanza pero solo si miras a tu corazón podrás verlo… El niño intrigado miró la bolsa una y otra vez, de pronto sus ojos fueron testigos de algo mágico… un corazón muy rojo y brillante reflejaba la imagen de su mamá que parecía inundarlo de caricias…

Tienes razón Papa Noel… y este es el mejor regalo que podrías regalarme…

Y comprendió que mientras él recordara a su madre, su espíritu lo acompañaría siempre.

Fin.

Cuento sobre el milagro de la Navidad que nos envió la escritora Liliana Bilello © Todos los derechos reservados.

Sobre Liliana Bilello

Liliana Bilello es una escritora argentina, tiene 61 años y vive acualmente en la ciudad de Bahía Blanca.

Milagro de Navidad. Por Mercedes Martínez Rubio «Morimó»

En este caso, Milagro de Navidad es un cuento corto de Mercedes Martínez Rubio “Morimó”. Cuentos de Navidad cortos para niños y niñas.

Milagro de Navidad

Milagro de Navidad - Cuento

La abuela «Asunción» era una mujer menuda, enjuta, fuerte de carácter, con manos huesudas como sarmientos, llenas de callos por años de trabajo duro, pero muy tierna, paciente, con sus tres lindas nietas de cuatro, seis, y ocho años. ¡¡Las adoraba!!

Por las noches mientras las nenas dormitaban, hacia unas preciosas muñecas de trapo para regalar el día de «Navidad». Eran pobres de solemnidad, solo disponían lo justo para comer o poco más. Pero, a pesar de todo, aquella familia compuesta de seis miembros sabía ser feliz, aprovechando lo escaso que la vida les otorgaba.

Era una noche gélida, hacía viento persistente, pero subió despacio por la escalera de caracol a la buhardilla, saliendo directa a la pequeña terraza que daba sobre el tejado. En ese instante vio una gata coqueta con cascabel dorado y un lazo rojo al cuello, pestañeando=coqueteando con un gato exageradamente dandi, que le hacía el currucucús=cortejándola sin cesar, vestido de chaqué y sombrero de copa.

Al verla, los dos salieron corriendo por patas, con miaus morronguiles, poniendo distancia y tejadillos por si acaso recibían algún escobazo. Después observó el humo efímero de los vecinos sobre los tejados, haciendo volutas o bucles impregnando las tejas de hollín, o subiendo con desgana holgazán muy alto. Salía por las chimeneas de los últimos rescoldos en las hogueras casi exangües, y a punto de pernoctar junto a sus moradores.

Llevaba en un costado del cuerpo una cesta de mimbre plena de ropa, de la que metódicamente empezó sacando prenda por prenda, mientras que por su nariz se le caía la guinda=moquillo por el frío.

Así mismo fue sujetando aquellos ropajes en la única cuerda que había cruzando aquella terraza, con pinzas de madera. Las ropas estaban desgastadas por el uso, algunas bastante desgajadas, pero limpias, ya que las había lavado a mano ella misma para que duraran más.

De este modo fue tendiendo calcetines con tomates=agujeros, jerséis de lana desgastados con bolas, pantalones descoloridos con muchos sietes, camisas y sudaderas zurcidas, y otras prendas raídas por el estilo.

Una vez toda aquella ropa vieja secara, ya las recosería zurciendo, doblando, guardando, con mucho esmero y cariño.

Antes de bajar de nuevo miró al cielo, ante sus desgastados y ancianos ojos apareció el precioso fulgor de las estrellas colgadas de la bóveda del universo, e inconscientemente pidió en aquel instante un deseo a «Papá Noel«.

¡¡Ay Papito querido!! -musitó suspirando-, como me gustaría me regalaran un lindo collar de perlas, no sé cómo conseguirlo.

Los progenitores de las nenas trabajan todas las noches, incluso festivos hasta el amanecer. La abuela «Asunción» cuidaba de los tres tesoros durmientes, haciendo de «yaya-canguro» hasta el regreso de sus padres. Metódicamente fueron pasando los días lentamente, y en la víspera de «Navidad» ocurrió… algo inusitado.

Por aquellos días, antes del 25 Diciembre, «Papá Noel» llamó por su smartphone a “San Lorenzo”. Oye colegui le dijo, me tienes que hacer un favor. Cualo, gustoso “San Lorenzo” preguntó. ¡¡Ajá!! ¡¡Bien!! No te preocupes, es pan comido para mí. Después colgaron los dos y se fue con el turbo directo a la cocina.

Allí se puso un delantal de colorines naranja fosforito muy cantoso, mismamente el mismo, sacó de la despensa mogollón=cuantiosas cebollas vestidas de muchas capas, provisionándose de un enorme cuchillo bien afilado, y sobre una tabla de madera peló picando las cebollas.

Los efluvios cebollísticos alcanzaron sus ojos, estos empezaron a lloriquear tanto que al lagrimar fueron saliendo montones de estrellas llamadas «Perseidas o lágrimas de San Lorenzo» (Esto ocurre en el mes de Agosto, pero como los milagros también existen… ocurrió uno más alterando los tiempos).

Cuando terminó de llorar copiosamente, colocó aquel llanto especial y espacial en el interior de un sobre de burbujas, así no se escapará ninguna colocándose otra vez en el cielo nocturno. Mas tarde envió sus estrellas «Perseidas» por correo urgente y con acuse de recibo a su compadre «Papá Noel«.

Jajajajajaja… divertido soltó el «Papito Noelio» al ver el sobre repleto de estrellas. ¡¡Si que ha llorado mi amigo “San Lorenzo” esta vez!!

De este modo pues amiguitos, llegó la noche del 24 a la madrugada del 25 de Diciembre. «Papá Noel» repleto su saco mágico de regalos, subió a su trineo vestido de rojo arrastrado por sus renos, con «Rodolfo» a la cabeza como guía principal, iluminando la noche con su intermitente nariz roja. Volaban muy alto, dejando igualmente una gran estela alargada llamada la «Vía Láctea».

Dejó regalos, muchos presentes, sorpresas, ilusiones para todos los niños e incluido obsequios para mayores.

Cuando la abuela «Asunción» subió a la terraza para recoger la ropa seca… vio asombrada dentro de los calcetines, ofrendas de ensueño para sus nietas, y sin saber cómo llegaron hasta allí sus muñecas de trapo. Pero… al quitar el último calcetín que pendía de la cuerda, observó que este brillaba insólitamente. ¡¡Uf!! Pesaba una barbaridad. Lo mejor fue al mirar en su interior, había una nota rosa que decía… para la abuela «Asunción», agasajo exclusivo de “Papá Noel y San Lorenzo” el lacrimoso.

Con lágrimas también de emoción pero no por cortar cebollas, la yaya «Asunción» sacó un precioso collar de estrellas llamadas «Perseidas», aquello quitaba el hipo de cuajo, dando energía inusitada a sus años. Bajó las escaleras dando saltos, flipando a sus familiares, incluído al ratón que dormitaba en la buhardilla, que despertó asustado dentro de su lata de sardinas donde ponía made Espain.

Esa tarde se arregló como una quinceañera, luciendo cuerpo serrano, pavoneándose cual pava, ya que en su cuello lucía el regalo deslumbrante de «Papá Noel», más su colegui «San Lorenzo» el llorón de estrellas «Perseidas».

Niños nunca dejéis de soñar, ya que los sueños… también pueden hacerse realidad. Por cierto… ¿habéis escrito ya vuestra carta a Papá Noel…? No dejar de hacerlo, a veces es olvidadizo y hay que recordárselo un poco.

Aquí os dejo pensando… y con la fantasía soñando.

¡Oh… Oh… Ohh… Feliz Navidad mis lindos pequeños!

Fin.

Milagro de Navidad es un cuento de Mercedes Martínez © Todos los derechos reservados.

Sobre «Morimó»

A causa del trabajo de su padre, funcionario del estado del cuerpo sanitario, Mercedes «Morimó» Martínez Rubio nació en 1950 en Santa Isabel de Fernando Póo, antigua colonia española. Sus estudios los realizó en diferentes colegios e institutos entre Santa Isabel y Madrid, lugares en donde habitualmente residían sus padres.

«Ya desde mis primeros años fui aficionada a la lectura, devorando todo tipo de libros apropiados para mi edad, que me compraban o regalaban mis progenitores. Tales como cuentos, fábulas, leyendas, historias de todo tipo, aventuras, tebeos, etc., siendo mis preferidos Las mil y una nochesCuentos de los hermanos GrimmAndersen, o Platero y yo (que estimulaban siempre mi imaginación de niña soñadora)».

Un milagro en Navidad. Autor anónimo.

Un milagro de Navidad es, por ahora, el último cuento de esta publicación, sugerido para lectores de todas las edades, jóvenes, adultos y niños.

Un milagro en Navidad

Un milagro de Navidad - Cuento de Navidad

Cuentan que un día de Navidad ocurrió un asombroso milagro que a continuación le contaré.

Juan era un joven muy positivo vivía solo con su madre. Juan, terminando de profesionalizarse postuló para ingresar a trabajar en un prestigioso banco como agente de mercado, se sentía feliz porque sus deseos estaban haciéndose realidad. Su único amor, su madre, estaba muy orgullosa de él.

Un día, como todas las mañanas, Juan muy temprano se levanta a desayunar para dirigirse a su trabajo. Siempre su madre le tenía su desayuno servido, pero ese día fue diferente, se levantó, buscó a su madre y la encontró desmayada en la cocina. El chico muy preocupado llamo a emergencias y en unos minutos llego una ambulancia. A su madre la hospitalizaron y el doctor le fue sincero.

Tu madre tiene una enfermedad cardíaca -dijo el doctor- sólo un milagro la puede salvar, pero ten fe hijo, haremos lo imposible para que tu mamá se recupere, por el momento la internaremos por un buen tiempo.

Doctor -dijo Juanhaga lo imposible se lo pido, ella es mi vida, mi aliento, mi mundo.

Haremos lo posible -dijo el doctor-, pero tu puedes venir a ver a tu madre cada día.

Si doctor, eso mismo haré -dijo Juan.

Así, cada mañana, Juan se levantaba, se dirigía a su trabajo, y después a iba a visitar a su madre. Esa era su rutina de cada día.

Una vez, al salir de su trabajo, en la puerta del banco vio a una pobre señora pidiendo limosna. Él se acercó, amablemente le dio unas monedas y la pobre señora, con mucho corazón, le agradeció.

Así pasaron los días en la vida de Juan. Cada día preguntaba al doctor por alguna recuperación de su madre y la respuesta era la misma, «estamos buscando algún tratamiento».

Pasaron los días y se llegaba la Navidad y el 23 en su trabajo, a todos los empleados se les daba su canasta navideña. Juan recibió su canasta. Él veía como todos salían alegres, cogió su canasta y al salir vio a la señora a la que cada día le entregaba unas monedas. Un motivo en su corazón hizo que se acerque a ella y le diga:

Hola, me puede aceptar esta canasta de regalo, para que pase una linda Navidad junto a familia.

La señora con sus ojos le agradeció y lo invito a su casa para cenar algo. Él tímidamente aceptó.
Esa señora era una anciana muy humilde, no podía caminar muy bien, así que Juan se tomó un poco del tiempo que compartía con su madre para aceptar la invitación de esa señora.

Como la canasta estaba muy pasaba Juan la llevó. Cogieron un taxi y él pagó. Se digirieron a una casa muy humilde a la afueras de la ciudad. Al tocar la puerta salieron dos niñitos muy lindos… amables y tiernos

Entre joven, ellos son mis nietos.

Juan se sintió como en familia. Se sentaron en la sala y abrieron la canasta, habían dos juguetes justo de niños, Juan se los obsequió y los niños muy agradecidos comenzaron a jugar. La señora preparó un rico chocolate y Juan les contó sobre su madre y su enfermedad y los niños lo animaron alegremente.

Todo saldrá bien, tenga fe en Dios joven.

Juan les agradeció sus ánimos y su hospedaje, ellos le agradecieron su bondad y se despidió con un «Feliz Navidad».

Al caminar para coger un taxi sintió una fuerte emoción en su corazón de alegría y paz.

Ya en el hospital, el doctor muy apresuradamente se dirigió donde Juan y le dijo:

– Hijo mío, sucedió un milagro, su madre está sana, la enfermedad desapareció en un momento.

Juan no lo creyó y se dirigió al cuarto donde estaba su mama…

Juan… hijo, estoy bien. Tuve un lindo sueño en el que tú estabas en un linda casa, conversabas con tres ángeles muy lindos, dos angelitos y un ángel guardián. Te vi hijo esa alegría, ese amor, esa paz, me hizo despertar y ahí el doctor me vio y me dio la sorpresa de que mi enfermedad desapareció.

Juan muy alegre pero a la vez aturdido por lo pasado, abrazó fuerte a su mamá y no le contó nada acerca de lo sucedido. Su mamá quiso ir esa misma noche a casa y así fue, le desearon una feliz Navidad al buen doctor y se despidieron de todos en el hospital. Al llegar a casa, en la puerta estaba aquella canasta que Juan había regalado, aunque ya no estaban los juguetes. Había una nota que decía «Feliz Navidad amigo Juan…»

Juan se sorprendió y le contó lo sucedido a su mamá. Ella muy alegre le dijo:

Hijo los milagros existen y Dios siempre nos ve y nos envía a sus ángeles para hacer cumplir esos milagros.

Al día siguiente, en la Nochebuena, Juan fue a buscar aquella casa donde había estado y nunca la encontró. En sus pensamientos le agradeció mucho a Dios por ese milagro que le regaló y siempre recordó a esos angelitos en su mente y en su corazón.

Pasó una gran Navidad junto a su madre… y siempre recordaron ambos aquel milagro de Navidad.

Fin.

Un milagro de Navidad es una de la historias de navidad para niños sugerido para lectores de todas las edades. Jóvenes, adultos y niños.

Otro cuento sobre un milagro en Navidad

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