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Cuento infantil de héroes sugerido para niños hasta doce años.

De Pinocho me gustó más su corazón de fantasía, que su nariz, porque lo hacía quedar mal con las personas, se le crecía cuando decía mentiras. En cambio su corazón además de darle la vida, lo llenó de alegría y por eso Pinocho sonriendo despertó. Así le contesté a mi profesora de Literatura cuando me preguntó en la clase de hoy, ¿Y tú Pedro Pablo que piensas acerca del cuento de Pinocho?

Anoche me acosté pensando cómo seria de interesante aquello de tener un corazón de fantasía y deseando que mi corazón fuera así, de fantasía, y me venció el sueño cuando repasaba con mis dedos los capítulos releídos del cuento de Pinocho y Gepetto.

Esta mañana al abordar el bus para mi colegio, no entendí al conductor por el gesto de asombro que tenía para conmigo, y me preocupó aún más cuando lo sorprendí vigilándome por el espejo mientras conducía. Cuando llegué al Colegio, mis compañeros de clase huían y despejaban el paso a medida que avanzaba hacia el aula de clase de biología. Algo estaba pasando conmigo que no alcanzaba a entender. El salón estaba vacío, y en mi escritorio había una nota escrita a mano que decía: No tienes que irte, ya sabemos quién eres. Eres nuestro héroe.

Esperé unos minutos en el salón de clase y no llegó el profesor de biología, entonces caminé hacia el patio central, lugar de reunión general de los alumnos e igual estaba solitario. Regresé a la puerta principal del colegio y estaba cerrada con el candado grande el que tenía dos llaves maestras que solo el Portero usaba, quien al parecer tampoco estaba ya que no escuchaba mi angustiada voz gritándole me abriera la puerta.

Todo conspiraba en mi contra en aquel lugar. Tome respiración y me pregunte: ¿qué puedo hacer para salir de aquí? Observé que al otro lado de la puerta había un pedazo de metal y me imagine que con él podía hacerse una llave para abrir la puerta; pues bien al instante ¡se abrió la puerta con las llaves!. Alguien invisible había abierto la puerta delante mis narices. Caminé muy rápido hacia mi casa, pues tenía la sensación que alguien me seguía. Llegué directamente a mi cuarto y cerré la puerta, necesitaba calma para encontrarle explicación a lo que había vivido, pero fue inútil miles de ideas inundaron mi cerebro confundiéndome aún más.

Oí la voz de mi madre llamándome para que cenara y le respondí que en segundos bajaría al comedor, aunque no me satisfacía mucho la idea de salir del cuarto, la verdad es que tenía hambre y quería ingerir algo de comida. Bastó desearlo para que la puerta de mi habitación se abriera y apareciera el emparedado hecho por mi madre. El emparedado estaba sujetado por algo que no alcance a identificar y fue puesto sobre mi mesita de noche. No quise comerlo porque experimente miedo mucho miedo y el hambre desapareció, el fantasma del colegio me perseguía sin duda alguna.

Era un nuevo día y esperaba el bus del colegio, debía de ir a confrontar lo que había pasado el día anterior, pero el bus no llegó. Entonces regresé a mi casa construyendo la explicación que le daría mi madre. Tuve la fortuna de no encontrarla en la habitación principal de la casa y me ahorré la mentira que le diría y sentí alivio en no ser otro Pinocho, pero la oí en el jardín cuando le hablaba a su rosal. Subí a mi habitación y seguía escuchándola hablar con alguien más, me causó curiosidad y me acerqué a la ventana del cuarto para mirarla desde allí. No vi a nadie, solo estaba ella limpiando el jardín y podando los arbustos, pero la amenaza de lluvia la hizo agilizar su labor. Cuando se aprestaba a recoger sus rosas se enredó un pie con la cuerda que estaba suelta y cayó, corrí a recogerla y cuando llegué al jardín, Ella estaba de pie y se sorprendió al verme y me dijo: no lo vas a creer hijo pero alguien liberó mi pie de esta cuerda que accidentalmente olvidé recoger, se fue y no tuve tiempo de darle las gracias. Y a propósito porque estás aquí, ¿qué paso con el colegio?, preguntó. ¡Ah! no te preocupes, por un segundo olvidé que ya me lo habías explicado, inquirió.

Subí nuevamente a mi Cuarto y prendí la computadora en busca de algún amigo para chatear sobre trivialidades como era la costumbre, y de contarle que lo estaba viviendo. No tuve suerte. Curiosamente estaban desconectados.

Entonces accedí a un buscador de noticias locales y me enteré que ya habían descubierto el alumno que en mi colegio hacia cosas poco usuales, puesto que un dedo de su mano derecha se extendía de forma mágica y hacía todo lo que el niño deseaba hacer. Los demás alumnos habían abandonado el colegio pensando que el joven era un extraterrestre y además les producía pánico compartir con alguien con un poder nunca antes conocido. En el colegio estudiaban los niños y jóvenes más aventajados del vecindario y poseedores de habilidades y cualidades que los hacían únicos y distintos, pero Pepededoslargos como lo apodaron, cubría todos los límites de lo imposible. Incluso los maestros habían concluido que esa condición de Pepededoslargos era consecuencia de utilizar tanto el dedo en el uso de computadores y aparatos electrónicos.

Pepededoslargos por segundos se trasformaba y después recobraba su figura normal y por esta característica no lo habían identificado en el colegio, ¿cuál de los alumnos era Pepededoslargos? Y lo descubrieron cuando hizo algo muy bueno por otro niño y muchas personas lo observaron.

Y aun así, El colegio estaba abandonado por los alumnos y maestros, entonces respiré porque al fin tenia respuestas a los que había vivido en el colegio días atrás : ¡fue Pepededoslargos quien me abrió la puerta! . Entonces dejé de sentir el miedo y Pepededoslargos se convirtió en mi héroe, máxime que ya había estado en mi casa , cuando ayudó a mi mama en el Jardín.

Ante la realidad del cierre temporal del Colegio, decidí hablar con mi madre para pedirle me permitiera ir a la biblioteca de una Universidad cercana, ya que era la ocasión para traer unos cuantos libros que tenía aplazada su lectura, la idea me sonaba genial, además la propuesta tenía un elemento adicional: para que mi madre no se preocupara, trabajaría en su Almacén el fin de semana, y le ahorraría la tarea de contratar trabajadores extras. Entonces la esperé que despertara y bajara a tomar su café mañanero. Al verme me dijo; si he decido que sí, pero con la condición que te pagaré igual que a un trabajador. Por unos segundos me pregunté en silencio, ¿cuándo le había platicado a mi madre acerca del trabajo? No recordé, pero su respuesta fue tan categórica que me borró cualquier duda.

Observé todos los espacios de mi casa para trasladarme con mis libros, y me decidí por el salón que daba al jardín interior porque me resultaba muy agradable ver las flores que cultivaba mi madre, además tenía buenas conexiones para mi computador y para recargar mi Smartphone.

Dejé todo preparado para comenzar el lunes, ya que el fin de semana lo ocuparía trabajando en el almacén de mi madre como lo había prometido. Este primer sábado de trabajo fue agobiante para mí porque no conocía los nombres de las cosas que allí se vendían, el domingo estuvo mejor porque comencé a tener habilidades para encontrar rápidamente lo que me pedían los compradores. El lunes fue un fracaso total porque cuando abrí la puerta de mi cuarto cayeron sobre mi cuerpo centenares de libros. Alguien los había llevado allí y al parecer tenía prisa por la forma desordenada como estaban.

Mi cuarto literalmente se había convertido en una bodega de libros. Alguien había inundado mi cuarto de libros. Empecé a organizarlos por su tamaño, me resultaba más práctico y me dije “después tendré tiempo para organizarlos de otra manera, quizás por temáticas o tal vez por autores, por ahora haré lo pertinente” y pensé que esta tarea me llevaría mucho tiempo.

Finalizando la tarde me acosté pues experimentaba bastante cansancio físico y cuando quise quitarme los zapatos observé que ya estaba en calcetines, bueno no era la primera vez que me sucedía, que cuando quería ser algo resultaba que ya estaba hecho.

El martes me levanté muy animado y decidí caminar un poco, con una mañana tan esplendorosa resultaba triste no recibir los rayos de sol.

Caminé desde mi casa hasta el almacén de mi madre, porque justo al frente hay una heladería que ofrece infinidad de cremas y golosinas y además porque me gusta ver los jóvenes comer helados con tanta avidez como si los helados fueran el único alimento en el mundo. Y me antojé de comprarme el helado de fresa, melocotón con galleta de chocolate. Saqué los tres mil pesos y se los entregué a la mujer que vendía, ella me devolvió una moneda de quinientos pesos como devuelta y justo cuando la tenía en mis manos la perdí. La moneda rodo y quedo debajo de una reja de la puerta de la heladería, en fin me dije será difícil sacarla de allí.

Me devolví para mi casa y de regreso pasé por el colegio el cual seguía cerrado hasta nueva orden y esta vez no experimenté miedo, sino interés en conocer personalmente a Pepededoslargos y le deje una nota con letra grande: ya sé quién eres, quiero ser tu amigo y además no te tengo miedo, te escribe Pedro Pablo Ospina, segundo grado bachillerato, móvil 315888888 , soy tu admirador, tu fan .eres mi héroe.

Cuando llegué a la casa observe que la puerta estaba entreabierta y deduje que mi madre se me había adelantado, entré y la llame, pero no contestó. Subi a su cuarto y la encontré frente al televisor, estaba ensimismada y no se dio cuenta de mi presencia. Ella escuchaba la noticia acerca de la ocurrencia de un fenómeno extraño que se había observado en la horas de la mañana, los científicos de la Nasa manifestaron que a las 10 de la mañana del día que transcurría, algo parecido a un dedo humano se había interpuesto entre el sol y la tierra y le dije con la voz en alto: mamá eso no puede ser real, es un cuento de los periodistas y ella me miró y me dijo: si los hombres llegaron a la luna y se inventaron el celular, de qué no será capaces los seres de este mundo. Entonces concluí que fue Pepededoslargos mi héroe de carne y hueso.

Y propósito hijo, te entrego esta moneda de $ 500 pesos que me encontré en la puerta de la casa, creo que es tuya.

La idea de conocer personalmente a Pepededoslargos me llenaba de emoción y me retiré a mi cuarto con la idea de escribirle otra nota para dejársela en varias partes de la ciudad, tendría que ser una nota de amistad, algo que lo motivara a dejarse ver de mí. Escribí muchas notas para elegir la que más me gustara , pero recordé que la noticia decía que Pepededoslargos cuando se estiraban sus dedos perdía la conciencia y entonces era un dedo larguísimo con un niño en la punta. Y entonces tuve que repensar cómo me haría amigo de Pepededoslargos y lo más difícil como identificarlo entre los demás jóvenes que asistíamos al colegio en la secundaria.

Me fui para el colegio, decidido a esperar a Pepededoslargos, si era preciso lo esperaría todo el día. Desistí de la espera a las 11 de la noche porque además del frio me invadió la idea de la inutilidad de la espera porque, me dije “Yo no tengo nada de especial, para llamarle la atención”, además, me pregunte: ¿por qué Pepededoslargos querría hablar con alguien desconocido? Si, él estaba en la tarea de esconderse de todo el mundo.

Cuando llegué a mi casa encontré muy angustiada a mi madre y me contó que el hijo de la vecina de apenas cuatro años, al parecer había caído por la ventana. Salí a mirar y me encontré con varias personas que gritaban pidiendo ayuda y dándole ordenes confusas al niño que desesperado estaba agarrado de las cuerdas de la electricidad, entonces decidí ayudarlo y cuando me aprestaba a subir la escalera, paso Pepededoslargos, con la fuerza de un huracán, se me había adelantado, pude ver ese inmenso dedo, que era tan largo que alcanzó el niño lo sujetó por su cintura y lo bajó.

Entonces rápidamente me agarré del dedo de Pepe con mi mano izquierda porque era la oportunidad para atraparlo y conocerlo. El dedo en su afán de zafarse de mi me dio muchas vueltas, hasta que empezó a perder velocidad y achiquitarse, no obstante lo cogía con más fuerza para no soltarlo hasta que recobró su forma normal, al fin lo tenía atrapado, cuando abrí los ojos mis mano izquierda sujetaba mi mano derecha, y quedé pensando cómo se lo diría a mi madre.

Fin
Cuento infantil de héroes sugerido para niños hasta doce años.

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