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Escarabajo y Escararriba es uno de los cuentos de escarabajos de la colección cuentos de animales de la escritora Raquel Eugenia Roldán de la Fuente sugerido para niños a partir de seis años.

Hace muchos, pero muchísimos años, los animales eran muy diferentes de como los conocemos ahora. Así, por ejemplo, los famosísimos dinosaurios, que desaparecieron casi repentinamente de un modo misterioso. Pero los dinosaurios no son los únicos, había muchos otros animales que ahora ya no existen.

Entre ellos estaban los escararribas, y te voy a contar cómo fue que desaparecieron. Los escararribas eran muy parecidos, puede decirse que iguales, a los escarabajos, pero había una diferencia: los escararribas volaban y casi siempre estaban arriba, en el aire, y los escarabajos no volaban, así que siempre estaban abajo, caminando por el suelo, a la sombra de los enormes helechos y otras plantas.

A eso se debía que los escararribas fueran terriblemente presumidos: se la pasaban haciendo piruetas y describiendo figuras aerodinámicas en su vuelo, y les gustaba hacerse notar de todo el mundo, en especial de los insignificantes escarabajos.

El que mejor volaba era elegido por ellos mismos como su rey, y era también el más presumido. Pero a los demás insectos no parecía importarles mucho que los escararribas fueran o dejaran de ser buenos voladores. Un día que los escararribas les reclamaron por tamaña indiferencia, los insectos y otros bichos explicaron:

─Yo prefiero buscar flores de colores, encontrar entre ellas la más linda y dulce ─dijo la mariposa.

─A mí ─opinó la abeja─ me preocupa más trabajar. Eso de volar y volar se queda para los ociosos, que no tienen cosas importantes que hacer.

─Yo tengo mucho que hacer poniendo huevecillos por todas partes ─aseguró la mosca─ como para andar fijándome cómo vuelo o cómo vuelan los demás.

─Y qué me dicen de mis telarañas, mi principal quehacer es tejer, así que ni siquiera tengo tiempo de voltear. Mejor que se pongan abusados, no sea caigan en mis redes ─la araña se relamía por anticipado.

─Yo alumbro al mundo ─informó muy ufana la luciérnaga.

─Y yo lo deleito con mis bellísimos cantos ─concluyó el grillo. Los escarabajos no dijeron nada, sólo juntaron y separaron las antenas para indicar que eso no les preocupaba ni tantito. Ni siquiera se habían fijado que se parecían tanto a los escararribas y que lo único que les faltaba para ser iguales era volar.

─Vamos a hacer que todos los animales nos reconozcan como seres superiores ─dijo un día el rey de los escararribas.

─¡Sí, sí, somos los mejores de todos! ─En especial, tenemos que demostrar nuestra superioridad sobre todos los bichos de seis patas ─siguió diciendo el rey.

─¡Sí, sí, insectos despreciables, somos mejores que todos ellos! ─Y muy en especial, esos insignificantes escarabajos que tienen la pretensión de parecerse a nosotros, pero ni siquiera saben volar…

─¡Sí, sí, mugrosos escarabajos, que a nadie se le ocurra decir que nos parecemos a ellos…! ─¡Bravo, bravo, viva nuestro rey y sus justas ideas!

La euforia de los escararribas iba en aumento, y los llevó a pensar qué podrían hacer para que todos los insectos los reconocieran como seres superiores.

─Tengo una idea ─propuso el rey─; al mediodía, después de la hora de la comida, que es cuando todo el mundo está descansando y nadie está ocupado, vamos a levantar el vuelo haciendo remolinos y dibujos en el aire. Todos al mismo tiempo y zumbando lo más fuerte que podamos. Todos los escararribas lo miraban con la boca abierta.

La idea sonaba bien.

─Así todos voltearán a vernos y se darán cuenta de lo bien que volamos. Tendrán que reconocer que somos superiores a todos ellos.

─¡Bravo, bravo, qué buena idea! Así lo hicieron. Cuando todos estaban reposando la comida y descansando de sus actividades matutinas, los escararribas ya estaban listos y remontaron el vuelo.

Como habían dicho, zumbando tan fuerte que hasta los enormes dinosaurios voltearon a verlos, un poco sobresaltados. Aquello parecía un nuevo volcán en erupción. Sólo unos minutos duró el escándalo.

Los escararribas fueron describiendo una hermosa espiral en el cielo, pues volaban realmente bien, y subieron muy alto. Casi no se veían ya en el cielo y seguían subiendo, hasta que se perdieron de vista. Todos los insectos y demás animales volvieron a sus ocupaciones y se olvidaron del asunto.

―No podrán volver… ―sentenció algún dinosaurio.

─Se lo merecen, por presumidos ─dijo la mariposa.

─Lo que yo digo, es mejor ponerse a trabajar ─opinó la abeja.

─O poner huevecillos por todas partes y tener muchos hijos ─aseguró la mosca.

─Lo único que lamento es que ninguno de ellos cayera en mi telaraña.

─Si hubieran pensado en buscar la manera de alumbrar a alguien, como nosotras, eso no les habría pasado ─sentenció la luciérnaga.

─Es mucho mejor cantar y cantar ─dijo el grillo, y comenzó nuevamente su melodioso cri cri.

Los escarabajos otra vez no dijeron nada. Volvieron a mover sus antenas y continuaron su camino entre las hojas y los helechos.

Con el tiempo, algunos de ellos aprendieron a volar pero nunca olvidaron que no debían ser presumidos y despreciar a quienes no tenían esa habilidad. No se volvió a saber nada de los escararribas, yo creo que continúan subiendo y subiendo, cada vez más alto, queriendo apantallar a quien ya ni siquiera se acuerda de ellos.

Fin

Raquel E. Roldán velocilector.blogspot.mx twitter: @velocilector

Escarabajo y Escararriba es uno de los cuentos de escarabajos de la colección cuentos de animales de la escritora Raquel Eugenia Roldán de la Fuente sugerido para niños a partir de seis años.

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