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Los deseos de Lucía

Los deseos de Lucía. Rocío Cumplido González, escritora española. Cuento de hadas.

Cada día al atardecer, justo en el momento en que el último rayo de sol desaparece entre las montañas, las hadas del bosque salen a bailar para despertar a las estrellas.

Las hadas se reúnen en el lago de las luciérnagas y bailan por encima del agua, al son de la música que emiten las campanillas. Una a una las van despertando a todas. Primero a las blancas (son las más mayores y están hartas de estar acostadas).

Luego a las rojas y amarillas (son un poco más jovencitas y les gusta empezar el día con alegría). Y por último, con mucho esfuerzo, despiertan a la azules (estas estrellas son como los niños pequeños, les encanta dormir hasta el último momento); pero son estas últimas las más importantes del firmamento porque pueden hacer realidad todos y cada uno de tus deseos.

Así que, cuando veas una de estas estrellas, cierra muy fuerte tus ojos color almendra, pide un deseo con generosidad y muy pronto, muy pronto, se hará realidad.

– ¡Otra vez, abuela!– exclama Lucía pasando las páginas del libro hacia atrás, para que su abuela vuelva a empezar.

–Ya es hora de ir a la cama, pequeña. Mañana lo leeremos otra vez, como cada noche– dice su abuela, mientras cierra el viejo libro de cuentos.

– ¿Puedo quedarme un momento sola para pedir mis deseos?– pregunta Lucía poniendo esos ojitos de cordero que ponen todos los niños cuando quieren conseguir algo.

Su abuela, una mujer estricta; pero dulce y cariñosa a la vez, no puede negarle nada a su única nieta.

–Sólo cinco minutos ¿entendido? Lucía, como agradecimiento, le da un gran abrazo.

Mientras su abuela se va a descansar, Lucía se tumba en el césped dispuesta a encontrar todas las estrellas azules para pedirles un deseo.

–Allá está la primera. ¡Qué bonita que es! A ti te pido una bici nueva.

– ¡Y allí hay otra pequeñita! A ti te pido una muñeca bonita.

Lucía las va encontrando todas; pero una llama su atención por encima de las otras. Una hermosa estrella al lado de la luna que parece brillar más que ninguna. Lucía, como en el cuento de su abuela, cierra muy fuerte sus ojos color almendra y desea ver esa linda estrella de cerca, poder tocarla y jugar con ella.

Cuando Lucía abre los ojos algo increíble esta pasando: ¡La estrella se está acercando a ella cada vez más rápido! La niña se asusta; se levanta y se echa hacia atrás, porque parece que se va a estrellar; pero la estrella aterriza en el suelo con suavidad, justo a los pies de la niña. Lucía se agacha y coge la estrella con cuidado.

– ¡Qué bonita eres! Espero que no te hayas hecho daño– dice Lucía acariciando una de sus puntas.

Como su abuela se había quedado dormida en el sofá, Lucía sube con mucho cuidado las escaleras y, cuando llega a su habitación, coge su viejo joyero de madera, saca todos los collares, anillos y pulseras de caramelo, mete un montón de pañuelos y coloca a la estrella con delicadeza dentro del joyero.

Lucía se pasa toda esa noche despierta observando a la estrella azul.

– ¡Qué feliz estoy! ¡Mi deseo se hizo realidad!

Al principio Lucía cuida a la estrella con esmero: juega con ella cada día, le echa unas gotas de agua para limpiarla y la pone en la ventana para que le de el brillo de la luna.

Pero poco a poco se va olvidando de ella, hasta que un día ni siquiera se acuerda de cuidar de la estrella. Un día, casi al final del verano, Lucía recuerda que hace una semana que no ve a su estrella. Sube corriendo a su habitación, abre el joyero donde la tenía escondida y descubre algo terrible: ¡la estrella está muy enferma y ha perdido casi todo su brillo!

Lucía se siente muy culpable y no sabe qué hacer. Lo único que se le ocurre para salvar a la estrella es devolverla al cielo. Lo intenta todo, como lanzar la estrella al cielo subida en el viejo nogal de la casa de campo de su abuela o subirla a su cometa amarilla y hacerla volar; pero nada funcionaba.

Entonces la niña recuerda la historia del cuento de su abuela. Lucía cree en las hadas más que en cualquier otra cosa y en ese momento descubre cómo devolver la estrella a su hogar:

–Iré al lago y pediré ayuda a las hadas – dice la pequeña Lucía mirando la estrella con dulzura.

Al día siguiente, Lucía convence a su abuela para que la lleve a coger frambuesas cerca del lago de las luciérnagas. Cuando su abuela se recuesta para dormir un poco la siesta, la niña se adentra sola en el bosque. No tarda en encontrar el lago; pero aún es de día y las hadas están escondidas.

Entonces, se acerca a una flor campanilla y la hace sonar. Al poco tiempo aparece un hada algo enfadada, porque la niña la había despertado. Lucía tiene ahora los ojos como platos, nunca antes había visto un hada tan de cerca. Pero fue cuando todas las hadas salieron de su escondite para ver a qué se debía tanto alboroto, cuando Lucía se cayó al suelo por la impresión.

– ¡Vaya, sois todas tan bonitas!– exclama Lucía mirando a su alrededor.

Lucía les explica el problema de la estrella azul y le pide a las hadas que la devuelvan al cielo antes de que la estrella pierda su brillo por completo; pero las hadas le dicen a Lucía que no pueden volar tan alto.

–El viento es muy fuerte allá arriba y nuestras alas se romperían – explica una hadita que lleva como falda una margarita.

– ¡Tu volarás y devolverás la estrella a su lugar!

– ¿Y cómo voy a hacerlo?– pregunta la niña. Las hadas se dispersan y al poco tiempo vuelven con una enorme cesta de mimbre. La hadita con la falda de margarita crea una enorme pompa de jabón, le echa polvo de hadas y la coloca encima de la cesta.

– ¡Es como un globo aerostático!– exclama la niña muy sorprendida. Lucía, sin pensarlo dos veces, se mete dentro de la cesta junto con una de las hadas y de repente la cesta se empieza a elevar.

– ¡Estoy volando, estoy volando!– dice Lucía sin parar. Suben y suben cada vez más alto, hasta alcanzar las nubes. La estrella empieza a brillar cada vez más.

El hada le hace una señal a Lucía para indicarle que ha llegado el momento. La pequeña niña no quiere despedirse de su estrellita; pero sabe que para que la estrella sea feliz debe dejarla ir. Lucía coge a la estrella entre sus manos y la acaricia como lo hizo el primer día.

–Te buscaré cada noche, estrellita azul. Lucía con todas sus fuerzas lanza la estrella hacía el cielo.

La estrella sube, sube y sube sin parar hasta que consigue llegar a su hogar. Lucía, ahora un poco más contenta, vuelve al lado de su abuela.

– ¿Dónde estabas, pequeña?– pregunta su abuela, que al parecer se había despertado antes de su siesta.

Lucía le dice a su abuela que estaba ayudando a volver a casa a una estrella azul.

– ¡Qué buena historia para un cuento!– dice su abuela, creyendo que sólo era una historia imaginada por su nieta.

Mientras caminan de vuelta a casa empieza a anochecer,  Lucía mira al cielo y ve a su estrella brillando al lado de la luna.

Desde ese día, Lucía mira cada noche al cielo buscando a su estrella para pedirle sólo deseos buenos.

Fin
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Los deseos de Lucía. Literatura infantil y juvenil, cuentos que no pasan de moda. Lecturas para niños de primaria. Historias para aprender.

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