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El sueño de Chis es uno de los cuentos de libelulas de la colección cuentos de animales de la escritora Sara Cartes Muñoz de cuentos infantiles. Para niños a partir de nueve años.

Sucedió una vez en un escondido lugar del bosque, donde iban a estudiar los pequeños caracoles.

_ ¿Qué te sucede Chis? _preguntó la profesora. Dije que podían marcharse. ¡Mira, todos se han ido, pero tú pareces no darte cuenta!

_ ¡Oh, disculpe! _dijo el pequeño.

Chis parpadeó varias veces. Luego, levantó sus desanimadas antenas lo más rápido que pudo y comenzó a desplazarse, dejando una delgada línea plateada sobre el camino. Parecía como si su casa pesara más de lo acostumbrado.

A lo lejos divisó la figura de su madre en la entrada de la casa, girando sus antenas hacia todos lados, buscándolo. Ella no debe saber que me retrasé por estar soñando, pensó.

_ ¡Hola Chis! Has tardado un poco, me tenías preocupada.

_ ¡Hola madre! Sucede que caminé más lento que de costumbre. La abrazó y entró a la casa.

Mamá tenía sobre la mesa un enorme plato con tiernas hojas de lechuga y acelgas, para él, junto a un gran vaso con jugo de repollo. Chis dejó su mochila sobre el escritorio, enseguida lavó su cara y manos. Luego, sentado a la mesa, comió y bebió todo con muchas ganas.

_ ¡Qué buena eres, madre! Estaba todo delicioso. Dime, ¿quieres que te acompañe cuando vayas de compras? ¿O prefieres que ordene la casa, mientras tú sales?

Mamá lo abrazó y le dijo que primero se entretuviera con sus juegos para que después hiciera sus tareas, mientras ella visitaba la casa de su amiga Babulina.

Babulina, la mejor amiga de su madre, era una gran babosa anciana, que ya no podía arrastrar su cuerpo para salir en busca de comida. Entonces, la madre de Chis, cada noche la visitaba para darle ánimo, abrazarla y llevarle alimento.

Chis descubrió que la comida lo había llenado de energía. ¡Otro día jugaría!

Primero ordenó la cocina, luego los dormitorios, el comedor y los baños. Puso a hervir unas hojas de eucalipto con otras de romero y unas cáscaras de naranja. Así, toda la casa quedó perfumada. Buscó sus cuadernos, escribió las cinco palabras que comenzaban con P y escribió tres oraciones. Las leyó hasta lograr decirlas mucho más rápido.

Después, se ubicó junto a la entrada, mirando al cielo. Esperaba ver a su amiga Libelusa, para que cumpliera con lo prometido. ¡Sí, eso era lo que le quitaba el sueño y lo ponía distraído!

¡Libelusa le enseñaría a volar! Ya no más arrastrarse con una casa a cuestas, ya no más estirar el cuello mirando a todos hacia arriba.

De pronto, apareció ella. Enorme, veloz, de movimientos graciosos, sus transparentes alas tornasoladas brillaban con los rayos de la luna. Se posó sobre una piedrecilla junto a él y lo miró con unos enormes ojos oscuros, de largas pestañas.

_ Amigo, ¿estás solo? Ha llegado el momento de enseñarte a volar. Pero para eso, tendremos que ir hasta aquellos árboles. En su tronco viven unas amigas muy especiales, que se preparan para casarse en el verano.

_ Espera un segundo. Dejaré un mensaje para mamá. Chis escribió sobre una hoja seca:

Mamita: ¡Vuelvo pronto! No te preocupes por mí. Un beso grandote para ti, Chis.

Libelusa asió a Chis de su caparazón alzándolo muy rápido por el aire, hasta bajar y quedar junto a él, sobre unas piedras.

_¡Amigas luciérnagas, vengan! _gritó ella. Y Chis vio llegar unos pequeños insectos que subieron por su cola y se quedaron ahí, sobre su cuerpo, bajo el caparazón.

_ ¡Ellas no tienen alas! _dijo asustado Chis, pues comenzó a sentir en su piel húmeda la boca de ellas.

_ ¡No te preocupes! Ellas te traspasarán un jugo muy especial, que te volverá muy liviano y convertirá tu caparazón, en unas alas tan bellas como las mías.

_ Está bien _suspiró, y se quedó muy quieto.

Comenzó a sentirse extraño. Era como si hubiera jugado tres partidos de fútbol de un tirón, y sus antenas, sus párpados, su cuerpo comenzaba a dormirse. Quiso preguntar cuánto tiempo llevaría aquel proceso y no pudo. Quiso gritar a su madre que estaba ahí y su boca no se abrió.

Tampoco oyó cuando Libelusa se despidió de sus amigas luciérnagas, diciéndoles que estuvieran tranquilas. Nadie las molestaría y tendrían alimento para varios días. Que estaba muy feliz, porque así agradecía, a quienes un día la rescataron del agua del arroyo.

Mientras, la mamá de Chis, se paseaba fuera de su casa con el ceño fruncido. Sus antenas intuían que su hijito estaba en peligro. Le pidió a un escarabajo la dejara subirse sobre él, para volar y buscarlo rápidamente.

Pronto divisaron al inmóvil caracolito, con sus antenas caídas y los ojos cerrados. Llegaron donde él y descubrieron a tres insectos con sus bocas sobre él. Mamá caracol se desesperó y comenzó a llorar. El escarabajo, con sus fuertes brazos, apartó a los insectos y remeció el cuerpo de Chis. Este apenas si movió los párpados. Entonces, la madre, frenéticamente cortó unas hojas olorosas por aquí y otras por allá. Luego le pidió al señor escarabajo, que retorciera fuertemente el atado de hojas y ese jugo verde y fresco, fue entrando poco a poco, en la entreabierta boca de Chis. Al cabo de un buen rato, abrió los ojos.

_ ¡Madre! _gritó. Abrázame, quiero sentirte junto a mí.

_ ¡Ayúdame, necesito moverme!

_ ¡Hijo querido! Hemos llegado a tiempo. Si tardamos un poco más, las luciérnagas habrían terminado de inocularte su fluido paralizador, para convertir tu cuerpo en una especie de papilla, y luego alimentarse de él. ¡Debí prevenirte! Pero, ¿cómo llegaste hasta acá?

_¡ Ay, madre! Mi amiga Libelusa me trajo, con la promesa de hacer realidad mi sueño de volar.

Dijo que sus amigas me ayudarían a lograrlo.

_ ¡No puedes llamar amiga, a quien te hace daño, hijo! Un caracol jamás podría volar. Debes aceptarte tal como eres. Sigue estudiando y siendo generoso, alegre, divertido, cariñoso, amistoso. Ya verás, que siempre te sentirás feliz, y yo estaré siempre orgullosa de ti.

_ Lo he comprendido, madre. Debí confiar primero en ti. No volverá a ocurrir.

El fiel y generoso escarabajo los trajo de vuelta a casa. Mamá bañó a Chis, le sirvió leche con miel, lo arropó y cuidó hasta que se quedó dormido.

Más tarde, fue a la casa de Babulina para contarle todo y llorar abrazada a ella. Regresó muy pronto a casa, miró el plácido sueño de su caracolito y se acostó junto a él.

Lo que no supo ella, fue que Babulina, para no preocuparla, no le contó que las luciérnagas seguirían intentando encontrar a Chis. Entonces, ella, que casi ya no veía y apenas se desplazaba, pensó que el mejor regalo para su amiga sería ir al encuentro de esas ávidas criaturas. Estaba ya tan vieja, tan sola, que nadie la extrañaría y su amiga, sería capaz de comprenderlo.

Lenta, muy lentamente, desde medianoche hasta el amanecer, arrastró su enorme cuerpo hasta llegar cerca de los árboles. El esfuerzo fue demasiado. Quedó exhausta entre unas piedras, recostada. No sintió siquiera que unos insectos alargados y sin alas, caminaron sobre su piel húmeda y gastada, para morderla e inyectarle su fluido paralizante. En su sueño sólo veía a Chis abrazado a su madre.

Fin

El sueño de Chis es uno de los cuentos de libelulas de la colección cuentos de animales de la escritora Sara Cartes Muñoz de cuentos infantiles. Para niños a partir de nueve años.

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