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El Osito Bruno – Capítulo IV

El Osito Bruno – Capítulo IV. Lázaro Rosa, escritor y ex educador cubano. Cuento en capítulos

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Cuando se sintieron agotados Bruno y Minne se detuvieron para conversar. Se reían a carcajadas haciéndose historias sobre la lechuza Pody por sus deseos de volverse vegetariana. Según el ciervo esta meta podría ser casi imposible para un ave si no se tratara, en este caso, de su amiga.

–Los hombres pueden cambiar sus costumbres todos los días, si se lo proponen, pero eso es algo que no puede hacer una vieja lechuza con noventa años sobre sus plumas—Comentó Bruno mientras se recostaba al tronco de un eucalipto.

—Imposible que a estas alturas de la vida una vieja lechuza vaya a dejar de comerse sus sabrosos caracoles y sus lagartijas.

–Tienes cierta razón en lo que dices pero cuidado, Pody tiene un férreo carácter y puede lograr con ello cualquier meta que se proponga

—Expresó el ciervo rojo—Es una tarea difícil pero tal vez ella pueda lograrlo…

–Eso lo veremos, ¡habría que verlo!—Replicó el osito

—No me imagino ver a Pody comiendo solo vegetales. Los amigos conversaban tanto que no advertían que el tiempo pasaba a toda velocidad.

El sol ya se había marchado y ahora las lechuzas, junto a los búhos, asomaban sus cabezas fuera de los árboles para comenzar otra noche de vuelos y cacerías.

noche

Entre las lechuzas la primera en levantarse para volar fue Pody. Todavía podía verse frotándose los ojos mientras iba y venía desde su cedro. Esperaba que el joven osito y el ciervo vinieran a saludarla. El deseo de la lechuza se vio cumplido, en solo media hora, cuando Bruno y Minne se presentaron bajo su hogar para darle las buenas noches.

–Hemos venido para saludarte antes de irnos a dormir— Murmuró Minne, mirando sobre su cabeza.

–Hoy al mediodía Bruno le robó un panal a mis amigas las abejas, el cuervo Ann me lo ha contado todo, desde sus alturas miró todo lo que hizo nuestro osito, vio sus travesuras y vino de inmediato a despertarme…

–Yo tenía mucha hambre, además tengo un poco de catarro y hacía muchísimo tiempo que no probaba la miel que es una medicina excelente para los osos, yo solo intentaba…

–No tiene ningún pretexto lo que hiciste Bruno, las abejas son insectos trabajadores que laboran de sol a sol y no descansan, debías de haber hablado con la reina de las colmenas para que te regalara la miel sin necesidad de robártela. Al terminar aquellas palabras Pody descendió haciendo amplios círculos para acercarse, lo más que pudo, a sus dos amigos. La lechuza se posó sobre el tronco de un roble caído y miraba a Bruno con dureza, pero son lastimarlo.

–¿Sabían que la reina de esas grandes colmenas es mi mejor amiga?— Preguntó la lechuza.

–La verdad es que no, no teníamos ni la más remota idea de ello, nunca no los dijiste, cuando vuelva a sentir deseos de comer miel lo primero que haré entonces es hablar contigo para que tú le hables a tu amiga la reina…

–Nada de eso, usted irá mañana mismo a excusarse con las abejas, vaya a ayudarlas en su trabajo llevándoles flores a las colmenas, ellas se alegrarán mucho por tu apoyo, es muy bueno que logres esas nuevas amistades—Dijo Pody.

ABEJAS

Al día siguiente Bruno se levantó bien temprano y se fue hasta las orillas del rio Nelson para arrancar cientos de flores que luego les llevó a las abejas. Trabajó junto a los insectos toda la mañana y aprendió también a elaborar la miel. Las abejas, en compensación, le regalaron tres dulces panales que el osito devoró, uno tras otro, para curarse definitivamente de la gripe.

Pasado el mediodía vino Minne a recoger al osito y lo encontró acostado, boca arriba, junto a su grueso roble apoyando la cabeza sobre sus patas delanteras. Tras saludarse los amigos comenzaron a correr y llegaron a un camino de tierras mojadas para luego penetrar en un bosque de fresnos blancos cuando, de repente, se escuchó un disparo y el ciervo Minne cayó sobre sus propios pies para después morir, varios segundos más tardes.

Bruno se veía muy asustado, su sorpresa era notable y por ello se levantó sobre sus patas traseras mirando hacia todas direcciones. Trataba de descubrir algún rifle cuando vio dos cañones que lo apuntaban, a la vez que se atascaban, cuando intentaban dispararle.

En ese instante comenzaron a soplar vientos desde el norte que venían cargados de cientos de voces, entre ellas podía escucharse la de su mamá:

–Corre, corre y desaparece entre los robles y los fresnos blancos, no pierdas el tiempo, yo me encargaré de depositar a Minne sobre los cerros de las altas montañas donde están aguardando sus padres y sus abuelos corre, corre, corre…

De inmediato Bruno sintió que una enorme mariposa plateada lo agarraba entre sus patas mientras volaba en compañía de la lechuza Pody. El osito no podía explicarse cómo era posible que su vieja amiga, la lechuza, se mantuviera todavía despierta si apenas eran las dos de la tarde.

Cuando Bruno volaba muy por encima de los bosques notó el calor y el abrazo de su mamá, fue entonces que comprendió que, tanto la lechuza como la enorme mariposa de plata, habían venido en su ayuda porque obedecían las orientaciones de la osa mayor.

mariposa plateada

La madre del osito observaba a su hijo todo el tiempo desde las nubes sin importarle que se dieran las grandes tormentas de nieve, en los inviernos, como tampoco las lluvias torrenciales que llegaban con el verano. La osa mayor impedía que los rifles dispararan contra su hijo en los bosques.

Se afligía mucho de no poder proteger de la misma forma a todos los animales pero al menos los llevaba, después de ser víctimas, hasta donde aguardaban sus familiares en los cerros de las altas montañas.

La enorme mariposa plateada que había salvado al osito tenía el poder de desaparecer entre sus propios colores. Los rifles nunca llegaban a descubrirla porque el insecto, lo mismo podía transformarse en un frondoso y aislado fresno blanco, que se convertía, cuando así lo deseaba, en el agigantado y observador búho Leonardo.

Fin

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