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¡Tris, tras! es uno de los cuentos sobre la verdad de la colección cuentos con valores de la escritora Susana Solanes para niños a partir de nueve años.

-¡No, Pinina, no! ¡Esa pelota no, que es de Juanu!- pero a pesar de los esfuerzos desesperados de Lázaro, su perrita no le hizo caso. ¡Tris, tras!

-¡Huy, la rompiste! Pedacitos la hiciste. Y ahora, ¿qué le digo a Juanu, él que me la había prestado? ¡Qué terrible sos, perrita! Bueno, no, no te pongás así. No te estoy retando. Yo sé que vos cuidás la casa, y a las pelotas no las podés ver porque dos por tres, nos tiran alguna desde la canchita de enfrente. Le rompen los helechos a mamá, tan lindos que los tiene, y cuando el papi está durmiendo le arruinan la siesta, porque él se levanta temprano. Cuando las vienen a buscar, no dejan de tocar el timbre, así que hay que devolvérselas pronto porque si no, los pibes no se van. Pero, ¿qué le digo, ahora, a Juanu? Si le cuento que fuiste vos, seguro que el hermano mayor cuando te encuentre sola por la vereda te pega, porque él defiende mucho a su hermanito. ¿Qué hago, entonces?

El cielo era un lindo desfile de nubes. Unas pasaban hacia el norte, por debajo de otras que iban al sur. Parecía que hasta las nubes estaban desorientadas y no sabían qué hacer.

-¡Ya está! ¿Y si le digo que fue su amigo imaginario que estaba enojado porque él lo había abandonado? Porque Juanu me contó que se había cansado del amigo imaginario y hacía mucho que no jugaba con él. ¡Eso podría ser! Que su amigo imaginario vino de golpe y le rompió la pelota y ni Pinina ni yo, pudimos hacer nada, porque él es alto y fuerte como el hermano mayor. ¿Se lo creerá? ¿Y por qué no? Si yo le creo que él juega con un amigo imaginario, él tiene que pensar que yo digo la verdad.

Lázaro miraba a la pelota destrozada en el piso y Pinina miraba a Lázaro, tal vez esperando que la feliciten. Porque el papá siempre le decía que era una perrita muy guardiana, le rascaba la cabeza y le daba una golosina para perros. Pero ahora, parecía que la situación estaba algo complicada.

-¿Y el hermano mayor se creerá lo del amigo imaginario? A lo mejor sí, porque ellos dicen que la abuelita habla sola mirando el retrato de su marido que se murió hace mucho. Ése debe ser el amigo imaginario de la abuelita. Pero, ¿estará bien echarle la culpa a alguien que es inocente, aunque sea imaginario? ¿Y si le compro otra pelota? A lo mejor, no va a ser tan buena como la que tenía él, pero le voy a decir que me siento responsable porque se rompió en mi patio. ¡Hum!  Pero esa plata yo la quería para comprarme la camiseta de fútbol. ¡Qué problema! Voy a tener que ir a su casa y explicarle, y si Juanu me exige mucho, tendré que renunciar a mi camiseta. ¡Qué le voy a hacer!

La ida hasta la casa de al lado, duró un siglo, o así le pareció a Lázaro. La llevó a la perrita para que ella también se hiciera cargo de lo que hizo. ¡Faltaba más! Por suerte, atendió el papá y comprendió, se rió y le acarició la cabeza a Pinina. Lo llamó a Juanu y al hermano mayor. Hasta vino a la puerta Lulú, la gatita de la casa, gran enemiga de Pinina. Pero esta vez no se pelearon.

También los invitaron a pasar al comedor y tomar la merienda con los chicos.

Cuando barría los pedazos de la pelota en el patio de la casa, Lázaro suspiraba aliviado:

-¡Menos mal, que no tuve que culpar a nadie aunque fuera al amigo imaginario! ¿Por qué dirán algunos chicos, que los papás no nos comprenden y que son malos con nosotros? A lo mejor, todos tenemos que escucharnos un poquito más.

Se ve que ese pensamiento le gustó a Pinina, porque desde atrás de una maceta, sacó el peluche de Lulú que se había traído y lo puso en el suelo. Para que Lázaro lo devolviera, por supuesto.

Fin

¡Tris, tras! es uno de los cuentos sobre la verdad de la colección cuentos con valores de la escritora Susana Solanes para niños a partir de nueve años.

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