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Hadas Gemelas – Capítulo IX

Hadas Gemelas  – Capítulo IX es uno de los Cuentos infantiles de hadas y duendes de la escritora argentina Liana Castello.

Pasaron algunos días y la vida para Julius había cambiado mucho. Vivía en el palacio de la familia, eso sí, escondido para el resto del pueblo, pero vivía cómodamente.

Debían hacerle creer a todos que él era el culpable con la esperanza de que así, Amanda cambiara su corazón.

Era tratado con mucho afecto y con todo el respeto que merecía y que jamás Amanda le había dado. Las gemelas se habían encariñado mucho con él y jugaban tardes enteras. Comía delicias que jamás había probado y vestía ropas que jamás hubiera imaginado. Sin embargo, no era feliz.

Extrañaba a su amada y le dolía el alma de ver que pasaban los días y ella no se arrepentía.

-Yo sé lo que les digo, a este paso me quedaré a vivir con ustedes decía Julius a la feliz pareja.

-Ten fe, Julius, ya verás, es solo cuestión de tiempo.

-Si tú lo dices… contestó el elfo sin ningún convencimiento.

Los primeros días Amanda no pensó mucho en su fiel compañero, solo lo extrañaba porque debía hacerse ella misma la comida, hacer las compras y los quehaceres del hogar.

Se sentía aliviada por el acto heroico de su asistente y gracias al cual ella gozaba de una libertad que no merecía.

Sin embargo, con el paso del tiempo algo comenzó a cambiar. Amanda sintió que Julius le hacía falta pero no para lavar los platos o zurcir sus calcetines, sino para conversar. Se dio cuenta de que hacía días que no charlaba con nadie, que no miraba a nadie y que nadie la miraba a los ojos.

Era claro que Julius cocinaba, limpiaba y lavaba mejor que ella pero no era eso lo que estaba extrañando.

De pronto y tal vez por primera vez en su vida, se dio cuenta de que tenía corazón. Sin dudas, siempre lo había tenido y supuso que antes debió haber sido más grande porque experimentó lo que era sentir que un corazón se encogiera de tristeza y de culpa también.

Imaginaba a Julius pasando hambre, soportando torturas, encierro, silencio, oscuridad y no le gustó nada de nada.

La solución solo dependía de ella y no era difícil, por cierto, solo se trataba de decir la verdad, pero tampoco le resultaba fácil. Si contaba tal como habían sucedido los hechos, lo único que le esperaba era el calabozo. No, sin dudas no era una opción.

Procuró distraerse con otros quehaceres pero la imagen de Julius sufriendo aparecía en todos lados: en el pan que untaba con manteca, en la humeante sopa, en la escoba que usaba para barrer y con la que pretendía volar. En sueños y despierta.

-¡Yo así no puedo seguir, esto es una tortura! No sé qué puede ser peor: si estar encerrada el resto de mis días o ver a este elfo a cada paso que doy, a cada momento y en todo lugar.

Era nuevo para Amanda extrañar a Julius, tan nuevo como sentir remordimientos por algo malo que hubiera hecho y más nuevo aún resultó las ganas de cambiar lo sucedido.

Una mañana, mientras desayunaba, volcó sin querer mermelada en la mesa. Para su sorpresa vio que las manchas de mermelada formaban la cara de Julius (o en realidad solo le pareció) y eso fue suficiente.

-¡Se acabó, no aguanto más, iré a liberar a Julius y diré toda la verdad! No me gusta vivir así ¡Es extraño! No pensé jamás que me pudiera sentir así.

Continuará…

Todos los derechos reservados por Liana Castello.

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