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Un amigo latente es un bello cuento del árbol y el niño que demuestran amistad y amor entre ellos y nos deja un gran mensaje, escrito por Rodolfo Nario, un cuento sugerido para niños, jóvenes y adultos.

Si se acercara alguien lúcido y observador, hubiera podido percibir el halo de soledad que me rodeaba y sentir el frío de mi cuerpo casi desnudo, en este mayo a la vera de la líquida corriente, en el comienzo de un nuevo amanecer.

Los rayos del sol no lograban mitigar los escalofríos, que ascendían por uno de mis brazos hundido en el agua, con el aburrimiento tejiendo hilos en el telar de mi tristeza.

A mi lado un vitral florido y silvestre me acompañaba, reflejándose en el agua clara, con imágenes bellas y seductoras, hijas de la génesis natural.

Pero en un instante se disolvió el silencio y todo cambió; varios niños correteando poblaron de risas y juegos mi entorno, volviéndose también parte del río, reflejando sus movimientos en el lomo de la corriente e integrando las imágenes a su serenidad.

Alguno se aproximó, tironeando de mis brazos, como invitándome a integrar la alegre pandilla. Pero no puedo hacerlo… aunque lo deseo, soy mucho más grande que cualquiera de ellos y debo contentarme con compartir su alegría.

Luego todos cansados se sientan a mi lado, buscando la protección de alguien mayor y amigable. Entonces el más pequeño me abraza y siento la tibieza de sus cálidas manos; de lo cual me siento merecedor, pues siempre estoy allí como eterno guardián, aún ahora cuando despojado de ropaje, represento más muerte que belleza.

Después de reposar continúan sus juegos, pero mi nuevo amigo, de tez oscura y negros ojos, me habla con suavidad acariciando mi cuerpo, con la sensibilidad de un poeta en ciernes, que algún día cuando llegue el momento, convertirá esos recuerdos en letras hermosas.

Más tarde se reúne con el resto y trato de recordar sus palabras de suave sonido e idioma incomprensible,  cuando el tiempo transcurra tal vez alcanzaré a descifrar su sentido; pero ahora recibo su mensaje como un dialecto de señales… que demuestran amistad y amor.

Al atardecer se retiran al unísono, observo sus espaldas alejándose y dejándome nuevamente en soledad, pero él con mirada tierna levanta su mano y se despide… entonces comprendo que pronto regresará.

Al reinar nuevamente el silencio, me invade la tristeza y maldigo mi cuerpo que no puede caminar… pero comprendiendo que no soy más que un árbol al costado del río, despojado de sus hojas y esperando el frío.

Anclado al origen de mi existencia,

hundo en el fértil suelo mis raíces,

que alimentan vibrantes mis vivencias…

renaciendo al contacto con los niños,

con sus pasos que despiertan el ensueño

y sus voces inundando mi  conciencia.

Ansío cada instante su amor en plenitud,

alegre pentagrama resonando en la quietud,

y puedo interpretar sus sentimientos

que expresan sus momentos de inquietud,

reflejo renovado de la edad y su alegría,

con sus  movimientos conmoviendo el día.

Sus juegos integran los moldes de la historia,

soltando a los vientos el latir del corazón,

tan vívidos y alegres en su tierna inocencia,

que invaden salvajes mi vida y la razón…

de árbol, ramaje, viento y  río en la memoria,

fiel espejo de un paisaje de eterna adolescencia.

Un amigo latente es un bello cuento del árbol y el niño que demuestran amistad y amor entre ellos y nos deja un gran mensaje, escrito por Rodolfo Nario, un cuento sugerido para niños, jóvenes y adultos.

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