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Cuento infantil sobre los colores del arco iris sugerido para niños a partir de ocho años.

En el reino donde vivían Dagoberto y Rigoberto no llovía demasiado, solo lo suficiente para que los campos estuviesen felices y agradecidos. Aún así, luego de cada lluvia podían verse los más bellos arcoíris.

A los amigos les gustaba la lluvia pero aún más los arcoíris que luego de ella aparecían. Sin embargo, hacía ya tiempo que, a pesar de haber llovido, no se veía ninguno.

-¿Cuánto hace que no vemos un arcoíris?-preguntó Dagoberto a su gran amigo.

-Mucho, demasiado tal vez-contestó el gato.

-Los extraño ¿Será acaso que las lluvias no son suficientes?-preguntó.

-No creo, no hacen falta grandes tormentas para verlos, creo que aquí está pasando otra cosa-contestó muy serio Rigoberto.

-No entiendo amigo ¿qué quieres decir?-preguntó intrigado Dagoberto.

-Mira yo no creo que la ausencia de arcoíris de deba a un factor climático, alguien se los está llevando, alguien nos está quitando los arcoíris.

Si bien Dagoberto pensaba que su gato era muy sabio y centrado, ese comentario lo sorprendió mucho. No era lógico pensar que alguien pudiera estar llevándose los arcoíris.

-Disculpa amigo pero ¿no te parece algo descabellado que alguien o algo se esté llevando los arcoíris?-Preguntó Dagoberto.

-Lo es, claro que es descabellado-respondió serio Rigoberto-pero eso no lo hace imposible.

-No.. pero …-dudaba su amigo-el gato prosiguió:

-He estado pensando mucho en este tema de los arcoíris o la falta de ellos mejor dicho y he elaborado una teoría que me gustaría discutir contigo.

Dagoberto se acomodó mejor, se tomó la cara con las manos y dispuso toda su atención para escuchar a su gato. Admiraba los razonamientos de su mascota, las conclusiones a las que llegaba, los caminos que usaba para llegar a ellas. Escuchar a Rigoberto era siempre un placer, pero esta vez al placer se le sumaba la intriga de ver qué estaba sucediendo.

-Mira-dijo el gato-he estado pensando en que la ausencia de los arcoíris coincide con el momento en que el rey desterró al cocinero del palacio ¿recuerdas ese episodio?

-¡Imposible olvidarlo!-respondió Dagoberto-ese hombre cocinaba bien pero había algo oscuro en él, no sé cómo explicarlo.

-Era envidioso y egoísta-intervino el gato-no disfrutaba ni su cocina, ni su vida, siempre quería la vida de los demás. No era fácil convivir con él ¿recuerdas? Tampoco le gustaban las mascotas.

-Recuerdo, claro que recuerdo. Al rey jamás le había gustado su manera de ser ¡pero cocinaba tan bien!

El gato asentía con su cabeza y con sus bigotes también.

-El rey le dio muchas oportunidades para que cambiase, pero él no aceptó ninguna y el día en que no ganó el concurso de pastelería fue el fin.

-Tienes razón Rigoberto, recuerdo como se ofendió por no ganar el primer puesto y aplastó los coloridos pasteles, las masitas decoradas, las golosinas multicolores del ganador.

-Ese fue el fin ¿entiendes ahora?-preguntó el gato.

-Cada vez menos-contestó Dagoberto.

-Una de las razones por las cuales el cocinero perdió el concurso, fue que todo lo que había preparado tenía buen sabor pero carecía de gracia y sobre todo de color.

Dagoberto miraba a su amigo a ver a dónde quería llegar con ese razonamiento. La mascota siguió:

-¿Recuerdas que el rey hizo mucho énfasis en que en todas sus preparaciones no había color, que carecían de brillo, de gracia? Pues bien, cuando le explicó por qué no había ganado ¿Recuerdas su reacción? ¿Recuerdas lo que dijo?

Dagoberto miraba y escuchaba.

-Dijo que tomaría el consejo y que a partir de ese día todos los colores serían suyos, que ya nunca nadie más le diría que a sus platos les faltaba gracia , color y brillo. Entonces, seguramente, habrá decidido llevarse con él todos los arcoíris, es claro. Debemos ir en su búsqueda.

En rigor de verdad, Dagoberto no estaba muy convenido del razonamiento de su amigo. Le seguía pareciendo un tanto descabellado, pero era su amigo, su sabio gato y sintió que debía confiar en él. Siempre lo había hecho y aunque en ese momento no le pareciera muy atinado lo que decía, confiaría igual, porque la amistad también se trata de eso, de confiar en el otro.

-¿Cómo lo buscaremos?-preguntó-Nadie nunca supo dónde se había ido.

-No será fácil-contestó el gato-pero tampoco imposible. Yo te llevaré, sobrevolaremos todos los reinos vecinos y verás que lo encontraremos.

Rigoberto había aprendido a volar, más allá de no tener alas, más allá de su gran tamaño, más allá de todo. Siempre había sido su sueño y le había sido concedido solo para casos de suma importancia, éste era uno de ellos.

Fue así que los amigos salieron en búsqueda de los arcoíris y del envidioso cocinero que supuestamente se los había llevado.

Volaron por largo tiempo, de este a oeste y de sur a norte. De pronto, ante los asombrados ojos de ambos, apareció un pueblecito que ambos desconocían y que se encontraba ubicado precisamente sobre un arcoíris. Al acercarse, divisaron al cocinero, quien con esmero decoraba unos pasteles.

Terminaron de descender y se presentaron ante el hombre quien, por la sorpresa, arrojó la manga de decorar por el aire ensuciando todo con merengue.

-¡Lo sabía! ¡Tú sacaste los arcoíris del reino!-gritó Rigoberto.

-Siempre tan sabio mi amigo-dijo Dagoberto con orgullo mientras se limpiaba merengue de su vestimenta.

El cocinero miraba a los amigos y no sabía qué le sorprendía más, si que un gato volase, que además pudiese hablar o que estos dos amigos lo hubiesen encontrado.

-Este… yo … bueno… es que… -balbuceaba el cocinero, quien no podía justificar su proceder.

Los amigos lo miraban esperando alguna explicación.

-Necesitaba colores, todos los colores y además estaba muy enojado. No tuve alternativa.

-Si la tuviste-dijo Dagoberto-pudiste haber aceptado la derrota y haber aprendido con humildad del pastelero ganador. Ser humilde no te habría hecho peor cocinero, por el contrario.

-Mi soberbia no me permitió pedir que me enseñasen, aceptar que en algo no era bueno.

-¿Y era necesario sacarle al reino los bellos arcoíris? ¿No podías poner color a tus pasteles de otra forma?-preguntó Rigoberto.

-Estuve mal lo sé, pero ahora estoy feliz. Ahora sí tengo todos los colores que he deseado. Si les devuelvo los arcoíris los perderé y no quisiera-dijo el cocinero.

-Estás equivocado-le contestó el gato-debes aprender a crear tú mismo los colores ¿De qué sirven colores robados? ¿Eres del todo feliz sabiendo que tú tienes colores privando a otros de ellos?

-Los colores nacen del alma de cada uno y con ellos pincelamos nuestras acciones. Busca dentro de ti tus colores y verás que no te hace falta quitarle nada a nadie ¿Puedes comprender lo que estamos diciéndote?-preguntó Dagoberto.

Esta vez sí que el cocinero comprendió. Entendió el valor de la humildad, el saber aceptar una derrota con dignidad, que la envidia jamás es buena consejera y que los más bellos colores son los que cada uno tiene en su alma.

Con la siguiente lluvia, Dagoberto y Rigoberto disfrutaron de un muy extrañado arcoíris, mientras compartían un pastel sabroso y colorido que les había preparado el cocinero que por fin había aprendido dónde se encuentran los mejores colores.

Fin
Todos los derechos reservados por Liana Castello.
Cuento infantil sobre los colores del arco iris sugerido para niños a partir de ocho años.

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