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Simona es uno de los cuentos de brujas y gatos escrito por Liana Castello sugerido para niños a partir de los siete años.

-Ay Pérez… ¡Quién hubiera podido vivir en las épocas de mi madre! ¡Y ni le digo en las de mi abuela! Épocas de gloria si las hubo, donde a las brujas se las valoraba en toda su dimensión- Así se quejaba Simona, una bruja actual, desocupada, aburrida y con un único mejor amigo, su gato Pérez.

Simona hablaba todo el día con su gato, por alguna extraña razón, lo trataba de usted.

El pobre Pérez escuchaba y escuchaba sus quejas todo el día con una infinita paciencia gatuna y se diría que entendía perfectamente las penurias que atravesaba la pobre bruja desocupada.

-¿Y los niños? ¿Ha visto usted a los niños de ahora Pérez? Ya no se asustan de nosotras ¿Sabe por qué? ¿Se lo ha preguntado alguna vez?

Y no… el pobre Pérez no se lo había preguntado jamás, pero resignado, seguía escuchando.

-Porque leen pocos cuentos, muy pocos a mi criterio. Hemos pasado de moda Pérez, no sólo yo, los príncipes y princesas también y las madrastras malvadas, los lobos feroces.

En fin, no sé qué será de todos ellos, lo que es por mí, he nacido en la época equivocada sin duda.

La madre de Simona, y su abuela y su bisabuela y su tátara tátara abuela y todas las mujeres que su familia habían sido brujas, pero brujas de esas que usaban sombreros puntiagudos y negros, que volaban en escobas y hacían pócimas malolientes.

Lo cierto es que Simona no había sido criada como una bruja. Su madre no había querido enseñarle ninguna pócima, ni le había comprado jamás la tan ansiada escoba, ni la había dejado usar sombrero, ni nada que tuviera que ver con brujas.

Cuando Simona creció y comenzó a tomar sus propias decisiones, se prometió a sí misma que sería una bruja de cabo a rabo, de norte a sur, de este a oeste, desde el cuero cabelludo, hasta el dedo gordo del pie, quisiera o no su madre.

Fue entonces que comenzó a vestirse de bruja, compró calderos, persiguió sapos, arruinó infinidad de escobas tratando de hacerlas volar, se dio infinitos golpes, todo con tal de convertirse en lo que las mujeres de su familia habían sido siempre. De todas las cosas que Simona había hecho para vivir como una bruja, la que mejor resultado le había dado había sido recoger a Pérez, su gato negro. Toda bruja que se precie de tal, tenía que tener un gato negro y ese gusto Simona se lo había dado, el único realmente.

Por lo demás, todo había sido un verdadero fracaso.

-¿Por qué todo cambió tanto Pérez?-Preguntaba una y otra vez Simona a su gato. ¿Será culpa de los teléfonos celulares que ya ni siquiera estamos en los libros de cuentos? ¿Será que hay menos libros de cuentos porque los niños leen menos? ¿Es que acaso deberíamos estar en alguna aplicación o jueguito de esos telefonitos? ¿Sería ésa la solución?

Pérez la miraba atentamente.

-Ay si al menos usted pudiera decirme qué debo hacer o el porqué de todo esto. No le encuentro sentido a esta vida aburrida. No me sale ninguna pócima horrible, es más hago unos caldos exquisitos. El sapo que quería cocinar me miró tan dulcemente que lo tengo viviendo en mi jardín. Con la escoba lo único que puedo hacer es barrer. Creo que mi vida es un verdadero fracaso.

Pérez se conmovió, hubiera dado cualquier cosa por poder hablar y consolar a la pobre Simona. Algo debía hacer, algo se le tenía que ocurrir. Y ocurrió que, como Pérez era un gato por demás inteligente, supuso que si la madre de Simona jamás le había permitido ser bruja por algo habría sido y que ella seguramente tendría la respuesta a los desvelos de la brujita frustrada.

Trepó hasta el piano de Simona, donde se encontraba un portarretratos con la foto de su madre y entonces lo tiró al suelo.

-¡Pérez qué modales los suyos!-dijo Simona recogiendo el portarretratos y volviéndolo a su lugar.

Pérez lo volvió a tirar.

-¡Mire que se ha levantado rebelde hoy! ¿Eh?-Dijo Simona extrañada, ya que su gato no solía tener ese tipo de comportamientos.

Para la quinta vez que Pérez tiró al suelo el portarretratos, Simona comprendió que algo pasaba, no entendía bien qué sería, pero que tenía que ver con su madre, seguro.

La llamó entonces y la invitó a tomar un rico té.

Por supuesto, cuando llegó su mamá, Simona la recibió con las quejas de siempre y también, como siempre, con algún que otro reproche.

Le contó lo sucedido con Pérez y las tantas veces que su foto se vio estrellada contra el piso. Su madre río.

-Ay Simona! ¿Cuándo te darás cuenta que ser bruja no es ya una buena idea? Es más, no sé si alguna vez lo fue-dijo.

-Si me hubieras enseñado a ser una bruja lo hubiera sido ¡Yo hubiera sido la mejor bruja de todas! ¡Todos me hubieran temido! ¡Hubiese sido realmente tenebrosa! Pero ya ves, no me has dejado y aquí me tienes con esta vida aburrida.

-¿Hubieras querido que la gente se asuste de ti? ¿Te hubiese gustado realmente que los niños no se te acerquen? ¿Hubieses sido feliz cocinando sapos inocentes? No Simona, no te equivoques. No hemos tenido el mejor de los lugares en la historia y tampoco en los cuentos de los que tanto hablas. Siempre éramos las feas, las malas, las que nadie quería.

Simona comenzó a reflexionar sobre lo que su madre le decía.

-¿Por qué crees que no te enseñé ningún maleficio? ¿No es acaso mucho mejor cocinar un rico caldo que una horrible pócima? ¿No es mejor usar flores en el cabello que esos negros y puntiagudos sombreros? Si quieres volar, toma un avión, la escoba sólo sirve para barrer.

Pérez escuchaba atentamente y asentía con su cabecita a cada cosa que decía la madre de Simona.

-Mira hija, es tanto mejor hacer el bien que el mal… Deja ya de penar por un pasado que tampoco fue bueno y vive una vida real y si quieres tener un lugar hermoso en la historia o en un cuento, que sea por una buena acción y no por haber convertido a una bella princesa en una verde culebra ¿Entiendes ahora?

Y sí, ahora Simona entendía, tal vez porque, por primera vez, su madre le había hablado con la verdad y con el corazón.

Comprendió la frustrada brujita que era hora de pensar en otro presente y en un mejor futuro, que las brujas viven en los cuentos y allí hay que dejarlas. Entendió que la mejor manera de transformar algo o a alguien es a través del amor y no mediante brebajes de feo sabor.

Simona cambió su vestimenta, se llenó de colores, no renegó más de su realidad y fue mucho más feliz.

Y así fue que muy atrás quedaron sus días de frustración y lo único que le quedó de parecido con una brujita fue su fiel Pérez, su querido y paciente gato negro.

Fin

Cuento sugerido para niños a partir de siete años

ILUSTRACION MARIA BULLON

Simona es uno de los cuentos de brujas y gatos escrito por Liana Castello sugerido para niños a partir de los siete años.

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