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Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo todo, pero no sabía guardar un secreto.
-¿Qué hablabas con el Gobernador?
-le preguntó a su padre, después de observar una larga conversación entre los dos hombres.

-Estábamos tratando del gran reloj que mañana, a las doce, vamos a colocar en el Ayuntamiento. Pero es un secreto y no debes divulgarlo.
Gretel prometió callar, pero a las doce del día siguiente estaba en la plaza con todas sus compañeras de la escuela para ver colocar el reloj en el ayuntamiento.
¡Ay!, el tal reloj no existía. El Alcalde quiso dar una lección a su hija y en ver-dad que fue dura, pues las niñas del pueblo estuvieron mofándose de ella duran-te varios años. Eso sí, le sirvió para saber callar a tiempo.

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