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La niña alfarera es un cuento de la colección cuentos cortos de nuestra escritora de cuentos infantiles Sol Entelman sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

“La industria de la alfarería, muy familiar entre los pueblos de oriente, brinda al redactor bíblico una imagen plástica a través de la cual el hombre es presentado como hechura de Dios. El Creador lo modela con polvo de la tierra, sopla en sus narices aliento de vida y lo hace un ser viviente.” (Génesis. 2,7)

Doña Rocío había concluido las tareas del día y estaba sentada en la galería de la precaria casita de material. Intentaba relajar su cuerpo macizo y ancho con el lento vaivén de la mecedora, cocinar para tantas personas la estaba matando.

Veía desfilar una a una las vasijas y las copas que había lavado con la cintura ardiéndole. Ahora sus manos arrugadas descansaban una sobre la otra como sosteniéndose. Cansadas de una larga vida rústica, se quejaban del tiempo en su mutismo y en su quietud. “Nadie comprende que ya soy mayor” pensó “apenas se dan cuenta de que estoy aquí”. Y los vivos colores de su manta tejida a mano se iban encendiendo a medida que los acariciaba el sol.

Cuando la brisa de la tarde se acercó desde las sierras ella cerró los ojos. Su rostro estaba marcado por intensos jeroglíficos que tal vez algún día Dios descifraría. Profundas marcas del esfuerzo que el sol había curtido con ganas. Cuando sus párpados cayeron y el negro hubo cubierto su consciencia, apareció una primera imagen.

Recordó aún despierta el galpón donde estaban guardadas sus antiguas esculturas de barro. Sintió el perfume de la mezcla blanda que se había dejado moldear entre los dedos para tomar vida bajo la forma de una muchacha de la aldea, que había visto bañándose en el río. Llevando consigo la impronta de algún presagio que el alma quisiera confesar o dejando hablar voces ancestrales.

Todavía le parecía estar sintiendo levantarse a esas frescas masas informes entre sus manos, girando sin parar para transformarse en altas vasijas, macetas, cántaros. Cuánto había disfrutado esos primeros años durante los cuales su madre le había enseñado, con infinita paciencia, ese arte milenario.

Cuando empezaba a entrever las formas escondidas en los blandos bloques de cerámica virgen el tiempo se detenía y todo se desvanecía a su alrededor. De pronto una sonrisa curvó levemente la fina recta de sus labios. Y el canto lejano de un águila trajo a su memoria el día en el que el anciano shamán vino a verla.

Ella tenía apenas 6 años, sin embargo el hombre le habló tan clara y directamente como si la edad fuera sólo una farsa. “La chispa que asoma en tu mirada es un reflejo divino, tú conoces bien a la baba yagá 1 y estas en contacto con los ciclos de la vida/muerte/vida ” 2 le había dicho el sabio de barbas grises, “tienes un don, debes cultivarlo y hacerte grande, debes salir a mostrarle al mundo lo que puede hacer la mujer salvaje 3 , debes desparramar tu verdad sencilla y contribuir con tu aliento a frenar el avance de la civilización, para doblar en destino de aquellos que perdidos por la razón se separan cada vez más de sí mismos. Debes hacerlo, ya hay muchas mujeres (poetas y cantadoras) que han tomado la iniciativa, necesitan también de ti.»

Luego su rostro se volvió sombrío como si lo hubiera cubierto la helada y vio desfilar ante sus ojos los largos años de matrimonio, se había ocupado día tras día de todas las tareas domésticas. Había lavado ropa en el río incansablemente y nunca se había quejado. Había dado a luz a seis hijos en su madriguera, sin más consuelo que un tronco angosto para morder y se había desangrado casi hasta la muerte, pero había sobrevivido.

Sin embargo su facilidad para imprimir formas, para expresar a través de sus manos verdades sin tiempo, había quedado olvidada. Cuando el dolor comenzaba a contraerle el gesto, el sueño vino a rescatarla y ella se abandonó en sus brazos sanadores.

Una voz le susurró que la puerta del viejo galpón estaba abierta y que una luz cálida asomaba desde adentro donde una niña de largas trenzas cruzaba la noche sin descansar, aferrada al barro, decidida a contar, a gritar, a recorrer el mundo. Una niña que comenzaba de nuevo y que esta vez cumpliría su destino.

Al despertar, doña Rocío no sabía si eran sus rodillas las que estaban más jóvenes o si era su ímpetu el que la empujaba a andar con más fuerza, lo cierto era que el descanso le había hecho muy bien. Sus tareas domésticas estaban al día así que se internó en la despensa del fondo, en la que guardaba un gran bloque de arcilla herméticamente cerrado. Lo trajo al pórtico y lo depósito sobre la vieja mesa de madera.

El sol hacía rato que se había puesto en el horizonte, pero la noche estaba cálida. Al hundir sus dedos en la arcilla sintió un baho, como un canto ancestral que la elevaba y la invadía por completo, tanto que miró al cielo violáceo a ver si acaso emigraba una bandada de gaviotas, pero no.

Era ella, la que estaba haciendo nacer el rostro de un hombre en el barro, el rostro y los brazos de un hombre abrazando a una mujer.

Fin

1-“Vieja bruja salvaje que representa al mismo tiempo el poder de la aniquilación y el poder de la fuerza vital. Es el tuétano de la psique instintiva e integrada. Es la maestra a la que podemos recurrir para que nos enseñe como ordenar la casa del alma. Que infunde en el ego un orden alternativo, en el que la magia puede ocurrir, la alegría es posible, el apetito permanece intacto y las tareas se llevan a cabo con placer. Babá Yagá es el modelo de la fidelidad al yo. Enseña la muerte y la renovación.” Pinkola Estés, Clarissa “Mujeres que corren con los lobos”, Ediciones B., Barcelona, 2000.

2-“¿Qué es la mujer salvaje? Desde el punto de vista de la psicología arquetípica y también de las antiguas tradiciones, ella es el alma femenina. Pero es algo más, es el origen de lo femenino. Es todo lo que pertenece al instinto, a los mundos visibles y ocultos…es la base”[…] “El arquetipo de la mujer salvaje y todo lo que ésta representa, es la patrona de todos los pintores, escritores, escultores, bailarines, pensadores, inventores de plegarias, buscadores, descubridores, pues todos ellos se dedican a la tarea de la invención y ésta es la principal ocupación de la naturaleza instintiva. Como todo arte, reside en las entrañas, no en la cabeza. Puede rastrear y correr, convocar y repeler. Puede percibir, camuflarse y amar profundamente. Es intuitiva, típica y respetuosa con las normas. Es absolutamente esencial para la salud mental y espiritual de las mujeres.” Pinkola Estés, Clarissa “Mujeres que corren con los lobos”, Ediciones B., Barcelona, 2000.

3-“La diosa de la vida/muerte/vida es también una diosa curadora. Representa el conocimiento sobre los ciclos de la naturaleza y la transformación. Hace, moldea, infunde vida y está ahí para recibir el alma cuando el aliento se acaba. Siguiendo sus huellas aprendemos a dejar que nazca lo que tiene que nacer y que muera lo que tiene que morir.” Pinkola Estés, Clarissa “Mujeres que corren con los lobos”, Ediciones B., Barcelona, 2000.

Fin

La niña alfarera es un cuento de la colección cuentos cortos de nuestra escritora de cuentos infantiles Sol Entelman sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.

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