Saltar al contenido

Cuento corto en idioma español sugerido para niños y adolecentes de 12 a 14 años.

He recorrido muchas veces estas calles y las tengo grabadas en mi memoria, avanzo cautelosamente a través de la niebla que me deja la piel húmeda de pequeñas gotitas, que persisten en quedarse adheridas a mis cabellos.

Voy de camino hacia la escuela secundaria a pocas cuadras de mi casa. De pronto tropiezo con un bulto, bajo la vista y allí en un rincón contemplo un viejo rostro que me mira a la escasa luz de aquella esquina, con su mirada perdida y abandonado a la suerte de ser vagabundo. Sus zapatos tan gastados de llevar la vida, las ropas colgantes sobre la delgada figura, lenta y penosamente se levanta.

-Escuche anciano, hace frio y seguro un plato de comida caliente le vendrá bien, venga conmigo Me miró fijamente a los ojos aún no cree lo que está oyendo, y por fin respondió. Lentamente y con una voz áspera:

–De acuerdo -En mi juventud he sido poeta, pero lo que podría llamarse arte, no bastó para mantener viva mi leyenda personal. Curiosamente recorrí su figura mientras caminábamos, bastante más alto que yo, el sobretodo o lo que restaba de él, colgaba deshilachado. Como si fuera complemento de aquella fisonomía su rostro lo enmarcaba una barba blanca al igual que su cabello enmarañado.

Su melancolía me dejó una profunda tristeza, recorrimos algunas pocas calles hacia un bar mientras pedía un plato de sopa caliente,

-Espéreme poeta voy por unas ropas pues este invierno será muy frío.

Mi casa quedaba muy cerca y en ella guardaba las ropas de mi padre que apenas hacía días que había muerto a los cincuenta y cinco años. Mi madre a oírme entrar de nuevo pregunta suavemente que me había olvidado, nada madre, un anciano en la esquina tiene mucho frío y si me lo permites le daré un abrigo de mi padre, cuatro cuadras de caminata y regresé, aún estaba sentado con su segundo plato de sopa.

Le di una dirección para que se dirija le entregué las ropas de mi querido padre que no estaba más a mi lado y me fui. Para darme las gracias…me escribió un poema en un trozo de papel

–Gracias poeta…-No me respondió.

Y en la ciudad callada y solitaria…tan solo mi voz despertó un profundo eco. Hoy han pasado más de veinte años tampoco supe que le ocurrió y porque terminó de esa manera pero…marcó mi rumbo en la vida, hoy escribo poemas y a pesar de no olvidarlo, ignoro su nombre y en mi triunfo como escritor y poeta siempre estará presente. Palabras de amor, el mejor poema que escribí fue mi encuentro en la vida con este poeta…

Fin

5/5 - (1 voto)

Por favor, ¡Comparte!



Por favor, deja algunos comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Recibe nuevo contenido en tu E-mail

Ingrese su dirección de correo electrónico para recibir nuestro nuevo contenido en su casilla de e-mail.



Descubre más desde EnCuentos

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo