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El pueblo de los caracoles. Cuentos con valores.

El pueblo de los caracoles. Hay muchas historias que cuentan sobre caracoles y la casita que llevan a cuestas, como si fueran casas rodantes.

La conchita en espiral que crece con ellos los acompaña toda su vida y les proporcionan abrigo y protección. Hay leyendas que relatan que aquellos caracoles de caparazón roja traen buena suerte a quien los encuentra o mala suerte si se extravía el que uno ha tenido en su poder y es hallado por otra persona. En verdad existen especies de caracoles de diferentes colores como aquellos que habitan en la selva cubana con los colores predominantes de rojo fuego y verde olivo, y también hay caracoles blancos y rosáceos.

Esto no es fantasía sino parte de la maravillosa naturaleza que no deja de encantar nuestros sentidos.

¡Quién no ha observado a un caracol protegerse de peligros de otros animales refugiándose en sus casitas o enterrándose en el jardín!

Para no perder su camino dejan un rastro, seguros de que otros caracoles podrán encontrarse siguiendo esa señal. Los caracoles se arrastran lentamente moviendo sus antenitas donde se ubican sus pequeños ojitos y a veces se encuentran en lugares muy inesperados como sobre la puerta de tu casa. Yo encontré uno allí, moviéndose lentamente hacia una dirección. No pude dejar de conmoverme y tomarlo con mis dedos para dejarlo entre las plantas de mi jardín.

Y fue entonces que pude recordar una historia diferente. Una que habla de muchos caracoles que juntos y unidos no fueron vencidos.

La historia se desarrolla en un pueblo, casi escondido en un valle. El lugar donde se encuentra no fue producto de la casualidad o de la decisión de los vecinos y es allí donde las más bellas y pintorescas esculturas de caracoles se encuentran. Este arte surgió a causa de un evento que cambiaría la vida de la gente… y la de los caracoles..

Hace mucho tiempo los niños y niñas del pueblo en sus incansables juegos descubrieron que podían competir lanzando caracoles a la distancia como en una batalla campal, sin importarles lo que nuestros pequeños amigos pudieran sentir. Repetían la misma actividad casi todas las tardes hasta que un buen día cuando se despertaron descubrieron que estaban en un lugar diferente. No era el mismo valle donde vivían, no estaban bajo el mismo cielo; consternados, se hacían miles de preguntas acerca de cómo habrían podido aparecer en ese nuevo lugar.

Ese lugar era extraño, no estaba cerca al rio y por lo tanto el acceso al agua era difícil. Tampoco estaban ahora cerca a sus cultivos. Les parecía estar rodeados por lo desconocido y lo inseguro.

Los niños y niñas empezaron a pensar en lo que pasaba con los caracoles, que de repente aparecían en sitios diferentes a los que habían conocido, y eran ellos los causantes simplemente por jugar sin importarles lo que pudiera pasar.

«Podría haber sido un temblor» dijo el jefe de la aldea o un derrumbe aunque las casitas se encontraban en buenas condiciones. Una voz mencionó si de repente habían sido los dioses que habían bajado del cielo hasta que uno de los niños exclamó que seguro eran los caracoles. Los niños sabían que los caracoles tal vez enojados por su trato se habían llevado las casas a ese lugar.

Fueron las niñas quienes comenzaron a buscar una solución.

Las niñas empezaron a explorar el área. Los vecinos corrieron junto con los niños por el camino adyacente y al pasar los límites del rio pudieron ver a lo lejos finalmente el lugar donde su aldea había existido. Y fue entonces cuando todos juntos ofrecieron cuidar las áreas verdes del lugar y no maltratar a los animales por más pequeños que fueran. Los caracoles se transformaron en sus pequeños tesoros y cada uno ofreció pintar o esculpir un caracol en medio de la nueva aldea para recordar el pacto con la naturaleza.

Si hoy visitan el lugar no podrán dejar de admirar la belleza de su paisaje y los caracoles de colores que adornan las paredes de las casas. Y de repente pueden incluso pintar una de las cerámicas con sus colores favoritos y llevársela de recuerdo de su visita a la ciudad donde los caracoles son bienvenidos y protegidos.

No importa si los animales son pequeños o grandes. Todos son importantes y tienen su lugar en el mundo.

Fin

Cuento finalista en el Concurso de Cuentos Infantiles Barco de Papel, 2015

Cuento sugerido para niños a partir de ocho años

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