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Las críticas destructivas de Rómulo. Cuento sobre la soberbia y las críticas

Las críticas destructivas de Rómulo. Cuento sobre la soberbia y las críticas

Las críticas destructivas de Rómulo. Escritora de cuentos y poesías espirituales de Perú. Cuento sobre la soberbia y las críticas. Cuento sobre la amistad.
Rómulo era un joven muy soberbio y todo el tiempo que podía pasaba criticando a sus amigos, y esto le traía muchos problemas ya que estaba muy lejos de entender las intenciones por las cuales ellos obraban.
Un día, uno de ellos llamado José, al cual todos querían porque era muy servicial y amigable, aprovechando la ocasión de ver a Rómulo solo en el parque en el cual todos solían juntarse para pasarla bien, al acercarse a él, le dijo:
― Rómulo, ¿tú por qué siempre te pones de juez ante todos nosotros, o acaso te crees perfecto?
― Bueno –le contestó Rómulo–, al menos siento que soy más perfecto que todos ustedes, porque veo que lo único que les importa es la diversión y no ven más allá de sus narices. En cambio yo programo mejor mi tiempo, mis estudios, mis diversiones y todo lo que hago. Por eso, en la universidad en la cual estudio, soy uno de los mejores alumnos y me siento muy orgulloso por ello.
― Me parece muy bien que seas así, pero esto no te da autoridad para que te pongas a criticarnos todo el tiempo. A ver, si yo te dijera que para mi modo de ver, tú no eres nada perfecto, ¿qué me dirías?, porque lo único bueno que veo en ti es que eres un alumno muy estudioso pero nada más, porque te falta mucho si quisieras sentirte un hombre sin reproche alguno, ya que adoleces de falta de humildad, esta virtud es la que hace al hombre grande porque lleva sabiduría de vida, por lo tanto no se comporta como tú lo haces, más bien comprende la situación de cada persona. Yo a ti te veo muy egoísta, por eso te fijas sólo en tu persona y no das ni un minuto de tu tiempo para que puedas comprender las razones por las cuales se mueven los demás, ¿o me equivoco?
― ¿Y por qué voy a pensar en los demás?,  –le dijo Rómulo, si me falta tiempo para pensar en mí mismo. Y si lo hiciera, ¿en qué cambiaría todo? ¿O acaso pensando de otra manera voy a remediar algo?
― Al menos, pues, no critiques –le contestó José–, porque no estás preparado para hacerlo, y además, si lo estuvieses, no criticarías. Más bien ayudarías con la sabiduría que no llevas, a los que les falta entendimiento para comportarse mejor. ¿Y sabes? Estás muy lejos de conocerte, porque si no te conoces a ti mismo será imposible que puedas conocer a los demás y a sus íntimos sentimientos.
― Y tú, ¿por qué sabes tanto? Yo no te apreciaba así –le dijo Rómulo.
― Lo que sucede –le dijo José–, es que como hablo poco no me conoces mucho y no me jacto de nada, más bien trato de comprender siempre a mis amigos. Yo creo que esta actitud los ayuda más, y me hago más amigo de ellos sin criticarlos y ellos me escuchan con más cariño.
― ¡Ah!, eso había sido –le dijo Rómulo–, porque sí he podido apreciar que a ti te buscan más que a mí. ¿Será, entonces, esa la razón por la cual a veces me siento muy solo, y cada día que pasa siento que pierdo el cariño de mis amigos?
― Así es –le contestó José–, y si sigues así terminarás por perder a todos tus amigos. Te aconsejo, pues, que cambies, porque de lo contrario no llegarás muy lejos aunque llegues a triunfar en tus estudios.
― Entonces, ¿qué he de hacer?, porque después de escucharte no siento ya seguridad de nada ni siquiera de mí mismo.
José le respondió:
― Sí, lo sé. ¿Sabes? Tus críticas destructivas hacen mucho daño, porque se encargan de bajar la autoestima de los que las escuchan y terminan por asesinar a sus víctimas. Y ponte a pensar, ¿tú crees que a esto se le puede llamar amor?
― Bueno –le dijo Rómulo–, si las críticas terminan por asesinar, entonces, no creo que esto sea amor.
― ¿Ves? Ya te estás dando cuenta de ello.
― ¿Entonces lo que a mí me ha faltado más que nada, es el amor para que pueda comprender la situación de los demás?
― Así es –le contestó José–, y no crees que el amor es lo más inteligente que existe en los seres humanos. Y tú, por más que estudies y seas un alumno excelente, si no llevas amor nadie te podrá apreciar como un hombre de verdad inteligente, a no ser que los que te aprecian de esta manera sean como tú, porque si bien es cierto la ciencia nos puede hacer mucho bien, también nos puede destruir si no viene con amor, y cuánto bien haría el hombre si esto fuera así.
Rómulo le contestó:
― ¿Sabes? Ahora entiendo que a mí me ha faltado esta clase de amor.
― Así es –le dijo José–, y tú como sólo tienes amor propio, esto te ha hecho egoísta y poco caritativo, por eso no sabes dar nada bueno a cambio.
― ¿Y qué tendría que dar para dejar de ser así?
― Comienza por darte a ti mismo –le dijo José–, y te digo, ponte aunque sea por un minuto en el lugar de los demás, ya que más son los seres que sufren por múltiples motivos. Por esta causa, mejor es compadecerse de ellos que criticarlos, ya que sólo buscan desfogar sus reprimidas emociones en los llamados placeres pasajeros, y como no tienen paz en el alma en el fondo de todo no se soportan ni a sí mismos. ¿Te das cuenta por qué no debes criticar?
― Sí, y me estoy dando cada vez más cuenta, quien sabe yo también he padecido de alguna manera esta misma situación, porque a pesar que me va bien en todos mis estudios, pensando que así voy a tener un mejor futuro, no soy feliz y ni paz tengo.
― Y sin paz –le dijo José–, qué podría hacer el hombre  si quisiera pensar bien, porque en la quietud del alma es que todas las cosas se pueden apreciar más claras, para que después pueda purificar todo lo que está turbio.
― Entonces –le dijo Rómulo–, tendré primero que purificarme mucho para que pueda apreciar las cosas desde tu punto de vista y ver todo ya más claro.
― Así es –le dijo José–, si de verdad quieres cambiar.
― Por supuesto que sí quiero –le contestó Rómulo, es más, quisiera seguir conversando contigo porque me he empezado a sentir mejor después de todo lo que estoy aprendiendo de ti.
― Cuenta conmigo –le dijo José–, el ayudarte a ti o a los demás me hace crecer cada día más, además cuál sería la causa por la cual Dios hace que vea yo cada vez más claro, si no es para ayudar a los que viven en tinieblas.
― ¿Entonces es Dios que ilumina tu vida para que seas así?
José le respondió:
― Así es, Rómulo, y sin Él no hubiese podido yo hacer nada. Mira, se hizo ya de noche, mejor te dejo, en otro momento seguimos hablando.
― ¡Qué pena!, –le dijo Rómulo–, es verdad, ya es muy tarde, más bien agradezco todo tu cariño y tus buenas intenciones. Te quiero, amigo.
― Y yo también –le respondió José–, nos vemos pronto.
 
 
Fin
 
Obra protegida por el Decreto Ley Nº 822 sobre el derecho de autor del Perú
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