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Así nació la Ñ

Había una vez una señora muy aseñorada que se llamaba n.

Todas las mañanas al despertar se duchaba, se entalcaba y peinaba para salir a caminar por el gran jardín de la casona de su amiga m.

Con sus tacones altos, cartera negra y sombrero blanco lo recorría subiendo y bajando por los tallos de las plantitas, olfateando el aroma de las verdes hojitas y coloridas flores.

Luego llenaba su cartera con pétalos de rosas rojas para perfumar su casita que había construido bajo el paraíso de bollillas amarillentas.

Allí descansaba en su cama de encaje rosado y soñaba con conocer cada día nuevos bichitos y animalitos que habitaban el jardín aumentando así la cantidad de amigos.

Pero una mañana salió de su casa a cumplir con la rutina habitual y cuando llegó al rosal amarillo la sorprendió una gran tormenta de agua y viento.

Y por más que se aferraba a sus gajos las gotas le pegaban fuerte y el viento la llevó hasta la columna de luz que durante la noche iluminaba cada flor.

Al golpear en ella, perdió uno de los tacones y la cartera pero como una de sus manos apretaba el ala del sombrero pensó que lo había salvado.

Cuando se recuperó del golpe y el viento disminuyó se dio cuenta que solo tenía un trozo de ala pegado a su cabeza.

Muy dolorida y rengueando porque tenía un solo tacón comenzó el regreso hacia su hogar.

En el camino se encontró con el sapo Papo, la oruga Muda, el ciempiés sin Zapatos, la mosca Tosca, la hormiga Miga y muchos amigos más que estaban reunidos junto a la piscina, comentando los daños que había ocasionado la tormenta en el bello jardín.

A medida que se acercaba a ellos se dio cuenta que todos la miraban con asombro hasta que el ratoncito Tito le preguntó:

-¿Qué tienes en tu cabeza?

Y tristemente le respondió:

– Lo que queda de mi sombrero.

Y tratando de quitárselo se dio cuenta que era imposible porque estaba muy pegado.

Entonces el gusano Sano gritó:

– Ya no eres la señora n.

Desde este momento eres la señora ñ porque nunca más podrás despegar ese trozo de sombrero de tu cabeza.

Y así fue que nació porque todos los demás amigos con aplausos y vivas apoyaron la idea de Sano.

Pasaron los años y aún hoy la señora ñ sigue recorriendo el jardín pero siempre acompañada por temor que vuelva aquella tormenta.

El lunes lo hace con ña, el martes con ñe, el miércoles con ñi, el jueves con ño y el viernes con ñu.

Pero el sábado y domingo descansa reponiendo fuerzas para la próxima semana, saboreando sus ricos ñoquis sobre el mantel de ñandú bajo la sombra del ñudoso ñire.

Fin
Autora: ANA MARÍA ERMINA

Cuento infantil sugerido para niños a partir de ocho años

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